Shirakawa-Go, Japón

En la pantalla de mi computadora, por años, apareció un fondo con una imagen en baja resolución sacada de uno de mis juegos favoritos: Final Fantasy 7. En dicha imagen aparecía un pueblito perdido entre las montañas nevadas llamado Icicle Inn, con sus casitas a dos aguas cubiertas de nieve, la luz que sale de las ventanas de las casas y los pinos nevados en el fondo. Yo adoraba esa imagen y siempre pensé que se habían inspirado en los alpes suizos para diseñarla para el juego. Años después descubrí que no era así.

El pueblito de mis sueños

Cuando Max y yo empezamos a ver lugares para visitar en nuestro viaje a Japón dí con una imagen de un pueblito en las montañas, con casitas de techos inclinados, ventanas iluminadas y pinos blancos en el fondo ¡Exactamente como el de mi fondo de pantalla! Había apenas descubierto Shirakawa-Go, una aldea histórica en la prefectura de Gifu.

De ahí en adelante todo nuestro viaje se centró en la visita a ese lugar. Cortamos, acomodamos, agregamos, investigamos y volvimos a repetir los mismos pasos hasta que nos quedó el itinerario exactamente como queríamos para poder ir a Shirakawa-go al menos dos días. No nos arrepentimos.

¡Y allá nos fuimos!

Nos levantamos por la mañana y yo no cabía en sí de la felicidad. Esta sería la cúspide de mi viaje y los nervios me tenían en ascuas. Yo sé que a veces cuando tienes las expectativas muy altas de un lugar que visitarás no siempre se cumplen, me ha pasado algunas veces y sé la decepción puede ser devastante. Pero Shirakawa-go era un lugar que no quería perderme por nada del mundo y estaba a solo unas horas de cumplir mi objetivo.

Siendo pleno otoño, sabía también que no encontraría las casitas nevadas como en la imagen, pero no me importaba porque había visto otras fotos y el lugar parecía igual de encantador.

Nos vestimos, preparamos una mochila con las piyamas y algo de ropa limpia y luego de desayunar partimos hacia la estación de autobuses a solo unos metros de nuestro hotel. Sabíamos ya cual autobús tomar, donde bajarnos, a donde ir, que hacer, donde dormir, en fin, todo. Creo que ningún viaje lo hemos planificado tanto como este que hicimos a Japón y ningún viaje lo he disfrutado yo más como precisamente este.

Por el camino los nubarrones cubrían el cielo, amenazando con lluvia. En un parpadear de ojos comenzó a granizar y la desilución empezó a hacerse presente en mi. Una cosa es que el lugar no fuera exactamente como me lo esperaba, incluso que no hubiera nieve vista la temporada, pero que la lluvia arruinara todo, era más de lo que podría soportar.

Recorrimos otro par de kilómetros y entonces lo inesperado: El sol comenzó a salir, dando a todo una luz y un color completamente nuevo. Era como ver el entorno con otros ojos.

Se detuvo el autobús y saltamos con cámara en mano dispuestos a sacarle jugo hasta el último minuto de luz que hubiera. Había turistas, claro que si, muchos. Pero el lugar es tan grande y tan bello, que no nos importó en lo más mínimo.

Dejamos la mochila en el Ryokan que habíamos escogido y partimos hacia el Mirador de Shiroyama desde donde se puede tener una vista espectacular de toda la aldea. La subida es bastante tranquila, si bien había llovido unas horas antes de que llegáramos.

Por el camino empezamos a tomar las primeras fotos. Todo es prístino, los marrones de los techos mojados de la lluvia de esa mañana, los campos de arroz de un verde intenso, la sinfonía de colores otoñales en la naturaleza que rodea el lugar. Un par de turistas nos detienen y nos piden de tomarles unas fotos, hacemos lo mismo, aprovechando el momento.

Vemos un par de casas Minka, que es como se les conoce a las contrucciones antiguas donde vivían los granjeros (o artesanos, mercaderes). Pero no vamos entrar aún a ninguna de ellas, hoy queremos solo caminar y caminar, gozar de lo bonito del lugar, del aire fresco y la humedad del clima que es perfecto.

La hojarasca mojada, nuestras botas que se aferran bien al suelo y el click de la cámara fotográfica que no para. Recorremos los metros uno a uno, deteniéndonos cada dos pasos a tomar más recuerdos. A este paso nos tomará todo el día llegar hasta arriba.

Max y yo no dejamos de reír como tontos, estamos tan felices de estar aquí. Yo, por obvias razones, Max…bueno, Max es siempre feliz cuando viaja, es como estar en su elemento natural.

Llegamos a la cima y vemos que hay un restaurante pero nosotros no tenemos hambre aún. Pienso que es la emoción de estar ahí porque en el estómago no traemos otra cosa que un café y un croissant que comimos en la mañana, pero curiosamente, nos sentimos totalmente satisfechos. Además, aquí se cena temprano y visto lo que nos espera decidimos de dejar pasar la hora del almuerzo explorando el lugar.

Caminamos de regreso hacia la aldea, la recorremos de norte a sur hasta casi no sentir los pies del cansancio y cuando es hora, nos dirigimos al Ryokan que habíamos escogido a pasar la noche y a disfrutar de una deliciosa cena al más puro estilo japonés.

Al día siguiente no sabíamos si repetir la experiencia de subir al mirador y tomar más fotos. En realidad una vez que se ha recorrido el pueblito y subido al mirador no hay mucho por hacer, aparte el de ir a algún restaurante a probar las delicias locales o comprar algún recuerdito.

Decidimos pues de darnos otra vuelta por la aldea, tomar más fotos (claro) y regresar a Takayama. No sin antes haber pasado a visitar una de las muchas casas Minka que se encuentran en el lugar.

Casa Kanda

El estilo de las casas Minka en la aldea que visitamos es el llamado gassho-zukuri. Dichas casas destacan y le dan ese toque encantador al lugar gracias a sus techos a dos aguas construídos con paja, vigas de madera y cuerdas sin usar un simple clavo. En la parte más alta, justo abajo del techo es lo que se usaba para el almacenamiento. Algunas de las casas tienen más de 250 años de antigüedad.

Al centro del hogar se encontraba el brasero, con un fuego constantemente prendido y que servía para todos los usos, desde calentar agua para el baño, hasta cocinar la comida. Sin embargo, estas casas no tienen chimenea, lo que hace que el humo se concentre en la parte alta y la paja se vuelva negra y haya un constante olor a humo.

Nosotros visitamos solo una de las casas (Casa Kanda) ya que temíamos fueran muy parecidas y nos aburriéramos a la segunda. Apenas entrando, como en toda casa japonesa, se tienen uno que quitar el calzado.

El hombre que cuida de la casa (no estoy segura que sea el dueño), nos medio explica como visitarla, pero en realidad no le entendemos mucho ya que no habla una palabra de inglés y mi japonés es bastante rudimentario. Nos hace señas de que nos sentemos y eso hacemos, a disfrutar un poco de té mientras miramos con los ojos bien abiertos a nuestro alrededor.

El fuego al centro de la estancia, grande, muy grande. Las puertas corredizas forradas de papel de arroz, los detalles labrados en la madera de las columnas y arriba de las puertas. El altar y las pequeñas habitaciones en la primera planta, los suelos tapizados de tatamis, es todo nuevo para nosotros.

Nos levantamos apenas en tiempo porque ya nuestras piernas se comenzaban a entumir y nos encaminamos al piso de arriba. En esa planta hay objetos y herramientas de trabajo, el suelo es TAN frío (a pesar de ser de madera) que me comienzan a dar calambres en los dedos, pero entonces Max me dice que precisamente hay pantuflas a disposición y corro a tomar un par para ponermelas.

Tomamos las estrechas y claustrofóbicas escaleras y subimos a la última planta, de allá arriba tomamos más fotos y recorremos el pequeño museo de objetos antiguos. Luego de varios minutos dejamos la casa contentos de haber decidido de entrar a esa ¡estaba practicamente vacía!

Saliendo de la casa nos damos una última vuelta por el pueblo, es tan bonito y yo siento como se me apachurra el corazón al saber que ya nos vamos. Llegamos hasta el río y tomamos más fotos, luego nos vamos hacia la estación de autobuses y nos despedimos con tristeza de Shirakawa-Go. Definitivamente nos ha gustado el lugar, estamos maravillados por su belleza y lo recomendamos ampliamente a quien visite el país. En cualquier temporada del año, seguramente les encantará como a nosotros.

Nota sobre el alojamiento:

Alojarse en cualquiera de las aldeas de la zona no es económico. Pero aún así, vale la pena por la experiencia. En esta web pueden ver los diferentes Ryokans que están disponibles y reservar en el que sea de su agrado. De todos modos, si deciden no alojarse en Shirakawa-go, pueden hacer un tour de un día desde Takayama y les aseguro que es bastante factible (clima permitiendo).

EXTRAS:

Esta es la imagen que tuve por mucho tiempo como fondo en mi computadora:

Y esta es la imagen que encontré por casualidad, mucho antes de saber que sería uno de mis destinos en Japón:

Shirakawago light-up with Snowfall

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