Pingyao, China
Luego de una noche en tren (el viaje dura unas 9hrs) llegamos por la mañana a Pingyao. La luz de los primeros rayos de sol afuera de la estación de trenes y la muy polvorienta calle nos hizo sentir que habíamos dejado de nuevo el caos de la ciudad y encontraríamos la China a la que habíamos querido visitar mayormente.
Pingyao es sugestivo y la ciudad vieja (dentro los muros) es por lo que vale la pena de visitar. Perderse en sus calles con cientos de linternas rojas al anochecer es parte de la atmósfera que rodea el lugar y por la cual vale la pena visitarlo. Fué cerca de esta ciudad donde se rodó la película Linterna Roja y como siempre, encontrarán muchísimo turismo por todas partes.
Sin saber como, nos vimos envueltos y aceptamos un tour turístico que ofrecía el hostal donde nos alojamos. Yo les aconsejo que a menos que no cuenten con varios días para visitar este sitio lo mejor es pasar de estos tours fuera de la ciudad y dedicar el tiempo del que se dispone en Pingyao ya que esta ofrece muchas cosas por ver y los tours fuera de ella son bastante cansados y duran todo el día.
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[title maintitle=”Residencia de la familia wang” subtitle=”Linternas Rojas”]
Muy temprano por la mañana partimos en un grupo de 7 personas (en una van con chofer) a visitar primero la residencia de la familia Wang. El lugar es ENORME y después de los primeros 10 pabellones se comienza uno a cansar un poco. Aún y todo, la historia que envuelve el sitio y lo grande que es te hace sentir como si estuvieras dentro una pequeña ciudad china en otra época.
Es en este lugar donde se filmó la película Raise the Red Lantern y ya solo por ello el lugar se ha convertido en una atracción que jala mucha gente desde Pingyao. Yo solo puedo decir que si, el lugar tiene mucha atmósfera y uno no puede dejar de notar y recordar las preciosas imágenes de la película y sentirse acongojado por el triste final de la protagonista.
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[title maintitle=”Zhangbi” subtitle=”La Forteza Subterránea”]
Una vez terminada nuestra visita a la residencia nos dirigimos hacia nuestra segunda meta, pero antes nos detenemos en un restaurant donde nos sentamos todos juntos (los del grupo) a degustar los platos locales. El conductor de nuestro vehículo salió un momento y regresó con un pato todavía vivo al cual -nos aseguró- iba a sacrificar para poder comer. Por si las dudas, no pedimos ni pato ni pollo…
En el pueblo nos presentaron a nuestra guía con la cual visitamos la forteza subterránea, la cual en lo personal no me dejó muy impresionada (aparte de la sensación de sofocamiento que te envuelve apenas desciendes). La visita al pueblo en si es mucho más interesante porque puedes ver un poco de la china “verdadera” donde aldeanos juegan cartas afuera de las casas, inmunes al paso del tiempo. Se respira silencio y olor de estiercol, el tiempo parece que se ha detenido y el sol de media tarde de octubre nos baña con sus rayos generosos. Aqui todo parece igual que hace decádas.