Osaka, Japón

Osaka es la segunda ciudad más poblada de Japón, es considerada la capital gastronómica y comercial del país y es además una bella ciudad, viva y con una vida nocturna relevante.

Cuando planificamos nuestro viaje decidimos de quedarnos solo un par de días en Osaka para así ver y visitar solo lo indispensable, pensábamos que siendo una ciudad bastante moderna no tendría mucho que ofrecer a nuestros gustos, pero creo que nos equivocamos porque en realidad nos hubiera gustado quedarnos más tiempo.

Visitamos Osaka luego de haber estado en Nara, llegamos una tarde y rápido nos dimos cuenta de la diferencia entre la ex capital del Imperio y esta, sobre todo que no había ciervos por todas partes (Maricruz quería ver ciervos en todos lados), pero menos mal, vista la cantidad de tráfico por las calles.

Apenas llegamos a la estación de Namba nos damos cuenta que hemos llegado a una ciudad muy bien organizada por lo que de ahí tomar la metro que nos llevaba directamente a un par de pasos de nuestro hotel no fue absolutamente díficil.

Cuando organizamos esta meta decidimos de consentirnos un poco, así que nada de hosteles o viejas casas tradicionales, nos alojamos en un moderno hotel de la cadena Apa y resultó una de las mejores decisiones que pudimos haber hecho.

El hotel era bonito, organizado, limpio y el personal muy bien preparado y amable. No nos tardamos nada en hacer el check-in y nos dirigimos a la recámara.

Como la mayor parte de los hoteles en Japón, este no es la excepción y los cuartos son pequeños pero con todo lo indispensable. La vista es muy bonita y Maricruz no pierde tiempo a inmortalarla, con esa luz del atardecer que por el tiempo nublado de otoño nos regala una bonita postal.

Nos damos una bien merecida ducha caliente y decidimos de salir a cenar un buen cuenco de ramen caliente, apenas atravezamos la recepción del hotel nos damos cuenta que llueve a cántaros pero la cosa nos pone de incluso mejor humor.

¿La razón? Habíamos apenas visto que el hotel ponía a disposición en la entrada los típicos paraguas transparentes que usan los japoneses, así que tomamos un par y nos fuimos chapoteando por las calles, sintiéndonos verdaderos y propios japoneses.

Hacia el Ōsaka-jō

Al día siguiente, como normalmente hacemos, nos despertamos temprano y nos damos cuenta que afuera parece ser un espléndido día.

Decidimos de caminar hasta el Castillo ya que en realidad son solo 3 Kilómetros y no hay nada mejor para conocer una ciudad que recorrerla por las mañanas mientras los locales se integran a su rutina diaria.

No hay mucho tráfico y podemos gozarnos la atmósfera de la ciudad mientras llegamos hasta el río Yodo, a nuestros ojos Osaka aparece todavía más espectacular de como la encontramos ayer por la tarde.

A ambos lados del río Yodo hay parques, el momiji si bien en este lado del país aún no está al máximo es de todos modos un espectáculo poder apreciar como las hojas están cambiando sus colores.

La cosa que nos sorprende mayormente es ver lo bien estructurada que está la ciudad, considerando que durante la Segunda Guerra Mundial fue dejada en escombros. Poco tiempo les bastó a su gente para levantarla nuevamente y hacerla incluso más próspera que antes de la guerra.

Seguimos paseando y de repente vemos a la distancia sobre una colina el Osaka-jo, la atracción más importante y conocida de la ciudad.

Castillo de Osaka

El castillo es muy antiguo, fue construído entre 1583 y 1598 porque así lo requirió Toyotomi Hideyoshi, desde entonces es pues símbolo de la ciudad de Osaka. Durante los conflictos legados a la Restauración Miji, gran parte del castillo fue quemado.

Bajo el gobierno Meiji, el castillo de Osaka se convierte en un grande cuartel organizado según los cánones militares occidentales, de hecho el joven emperador estaba organizando su ejército (y su imperio) demasiado vinculado a las tradiciones occidentales, su sueño era de estar al mismo nivel de las grandes potencias de occidente.

Durante la Segunda Guerra Mundial el castillo sufrió daños muy graves por los bombardamientos americanos, en especial modo la torre principal fue dañada gravemente.

En 1995 la ciudad entonces aprueba un proyecto de restructuración en un intento de darle a la torre principal el esplendor que tuvo durante el periodo Edo. Hoy en día el castillo no es más un fuerte si no un tranquilo museo.

El castillo visto desde afuera es imponente y majestuoso, rodeado de un canal navegable podemos ver las barquitas tradicionales que están a disposición de los turistas para pasearlos alrededor del castillo.

Nosotros preferimos de recorrer todo a pie ya que el castillo se encuentra en realidad en el interior de un parque, el Osaka jo Koen (parque del castillo de Osaka) uno de los espacios verdes más grandes de la ciudad.

Paseamos por el parque y nos sumergimos totalmente en la típica atmósfera otoñal, aquí el momiji se hace notar prepotentemente, las hojas de los arces transforman el panorama de la ciudad y se hacen protagonistas.

La calma y el silencio (y pensar que estamos en pleno centro de una ciudad con algo asó como tres millones de habitantes) transportan a tiempos lejanos y casi casi que te esperas que de un momento a otro salgan de entre los árboles un grupo de Samurais con sus Katanas y sus Wakizashi.

El hermoso parque se extiende todo alrededor del castillo, muy bella la contraposición entre naturaleza y gratacielos modernos que se distinguen no muy lejos de ahí.

Te das cuenta de estar en realidad en una ciudad cuando los miras levantarse a lo lejos, no muy allá del bosque y al mismo tiempo entiendes que es precisamente este parque el que te hace estar lejos del estrés y cansancio de una ciudad.

Es de verdad increíble como los parques japoneses son tan silenciosos y parecen sin tiempo.

El paseo por el parque es imperdible, encontrándote aquí y allá pedazos de historia y tradiciones como los leones de piedra que guardan con tranquilidad de estatuas la colina del castillo, un espectáculo único.

Nos gustaría estar otro poco en el parque y gozarnos la calma del lugar pero tenemos que visitar otras partes y el tiempo es un tirano, así que luego de un par de fotos saludamos el lugar y nos dirigimos hacia el metro.

Shitennoji

Nos encontramos ahora en las cercanías de nuestra próxima meta, el Shitenno-ji. Este complejo de templos budistas fue construído en el 593 porque así lo pidió Umayado, hijo del Emperador Yomei y regente de la emperadora Suiko.

El nombre de este complejo significa Cuatro Reyes Celestes, quienes eran las divinidades budistas que el joven príncipe invocó en su ayuda durante la decisiva batalla de Shigisan (decisiva en cuanto a ganar la guerra entre budistas y sintoístas).

El lugar de la construcción fue escogido con atención ya que Umayado quería exibir toda su fe religiosa (se había convertido al budismo poco antes del inicio de la guerra) y la potencia imperial a los visitantes de lejanas tierras.

La compañía que construyó el templo es la misma que realizó el castillo de Osaka y el templo Hōryū-ji en Nara .

El complejo de templos Shitenno-ji es uno de los más amados de los japoneses y es considerado el más importante centro budista de Osaka.

Como testimonio de su tradición antigua, cada año se llevan a cabo aquí diferentes celebraciones de grande importancia, entre las que destacan el Doya-Doya, el Shoryoe (Festival de los espiritus) y el Shitennoji Wasso (algo así como el festival del inmigrante asiático).

Alrededor del templo el príncipe pidió que fueran construídos también el Kyōden-in (instituto para la religión y la instrucción), el Hiden-in (instituto de asistencia social), el Ryōbyō-in (hospital) y el Seiyaku-in (farmacia). Todo con la finalidad de aumentar la civilización de esta nación.

Tenemos suerte a no encontrar lleno el templo como en otras ciudades, podemos pasear con traquilidad y gozarnos el panorama de la espléndida pagoda de cinco pisos, el templo principal, el pabellón dorado (Kondō) que aloja la imagen de  Buddha (Nyotai Kannon) y tomar muchas fotos en paz.

El bellísimo portal de ingreso (鳥居 torii) es considerado la puerta de acceso a la Tierra Pura (gokuraku-jōdo, – la morada celeste de Bodhisattva).

Shinsekai

Nos alejamos caminando del templo y emprendemos nuestros pasos hacia una torre que vemos en la distancia, no muy lejos se encuentra nuestra próxima meta: Shinsekai.

Shinsekai es un barrio bastante particular, fue fundado en los inicios del 1900 y a según de los constructores de esa época tendría que haber sido una especie de Coney Island japonesa pero con un toque parisino.

Después de la guerra el barrio adquiere mala fama pero con el pasar de los años se lanza de nuevo a limpiar su imagen y a convertirse en una atracción importante en la ciudad.

En este barrio existen cientos de negocios, la mayor parte de comida, todos con sus letreros en neón y la música a todo volumen.

Los turistas que llenan la ciudad vienen a visitar esta zona para comer, tomar una cerveza, darse una vuelta por los negocios y en general a divertirse un poco y relajarse, como nos hemos dado cuenta, aquí el ambiente es menos ríguido de lo que normalmente se aprecia en Japón.

Mucho ruido y hordas de gente, los promoters con sus vestidos tradicionales que te proponen de comer aquí o en tal local. Más que Japón, aquí me recuerda mucho al Old Town en shanghai, nada que ver con la imagen tranquila y pacífica que hasta ahora habíamos tenido de este país.

No nos quedamos mucho tiempo porque la verdad ya estábamos un poco cansados y el ambiente es un poco pesado para nuestro gusto.

Así que luego de buscar un lugar donde comer y donde Maricruz comió el Shushi más decadente de todo el viaje decidimos de emprender regreso hacia nuestro hotel, el tiempo además empezaba a encapricharse un poco y algunas gotas ya se sentían, no teníamos nada de ganas que nos agarrara la lluvia.

Una vez que descansamos y nos damos una ducha veloz, ya más relajados nos vamos a probar un poco de vida nocturna, algo no muy típico de nosotros pero que sin duda es indispensable aquí en Osaka.

Dotonbori

La zona de Dotonbori es famosa por su vida nocturna lo que la hace una de las metas turísticas más populares de Osaka y del país entero.

Por la calle más famosa y las aledañas se encuentran innumerables bares y restaurantes que atraen a sus clientes con los enormes letreros de neón entre los que destaca el cangrejo gigante del restaurante Kani Doraku y el atleta de Glico, ambos símbolos de la zona.

La zona, como les decía, atrae hordas de turistas y de gente del lugar; hay muchísima elección de locales donde comer y tomar un trago, lo que hace un poco díficil decidirse por uno.

Al final escogemos uno donde sirven Kobe Beef y nos gustamos una de las mejores cenas de todo el viaje.

Allá por 1621, Dotonbori era ya famoso y conocido como el centro de diversión en Osaka. En 1662 el barrio contaba con 6 teatros Kabuki y 5 teatros Bunraku, además de muchos cafés y salas de té.

En el transcurso de los siglos la estructura de muchos negocios cambiaron quedando solo cinco de las salas originales, mismas que fueron destruídas durante la Segunda Guerra Mundial.

Por toda la zona se aprecian las pantallas gigantes con publicidad, la más conocida sin duda el el Glico Man. Esta pantalla gigante viene instalada en 1953 y recrea la figura de un atleta mientras corre en una pista azul, es el símbolo de Ezaki Glico, la famosa compañía de mikado (galletas bañadas de chocolate).

El cartel publicitario ha sido modificado en diferentes ocasiones para festejar eventos como la Copa del Mundo y para mostrar apoyo al equipo de Baseball de OSaka. En el 2014 las luces neón fueron substituídas por luces Led.

Glico Man

La calle principal está dividida en dos por un canal donde se encuentran muchos restaurantes y pubs, los jóvenes de Osaka se dan cita aquí ya que es fácil encontrar donde comer y divertirse a buen precio, dada la oferta.

Algo muy típico de encontrar aquí es por supuesto la comida callejera, sobre todo las famosas Takoyaki, o sea, albóndigas de pulpo.

Estas son las reinas del street food de Osaka (y de todo Japón, en realidad), por doquier vemos como las prepararan ahí mismo y las filas de turistas y locales son largas ya que de verdad las aprecian mucho.

Luego de haber cenado y paseado un poco por Dotonbori comenzamos a sentirnos cansados, así que nos dirigimos hacia la metro no sin antes hacer una pequeña parada para degustarnos un delicioso melonpan.

Un té relajante y una cama calientita nos bastan para hacernos caer rendidos, mañana dejaremos la ciudad, aún no decidimos a que hora pero seguramente será en el transcurso de la mañana.

Osaka es una ciudad bella y vivible, nos ha gustado mucho y esperamos de regresar un día para ver y disfrutar más cosas (por ejemplo la sucursal del Kodokan).

Osaka, te extrañaremos y para no olvidarme de ti, cuando estaré de regreso en Roma escucharé la canción de Eugenio Finardi “Le ragazze di Osaka”, esa misma que dice “mi sento solo in mezzo alla gente” (me siento solo en medio a la gente), si no la conocen, quizás sea este el momento de escucharla y luego ya me dicen si les gustó.

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