Opatija, Croacia
Llegando el momento de dejar Pula nos dirigimos hacia la ciudad de Opatija y no pudimos haber tomado mejor decisión. Desde Pula, Opatija dista a solo un par de horas y se encuentra sobre el golfo del Carnaro con el Monte Mayor a sus espaldas, lo que la posiciona exactamente en la pendiente de dicho monte.
Habiendo llegado muy temprano por la mañana y en espera de hacer el check-in en el departamento que habíamos rentado nos fuimos a dar un paseo por el malecón. Taita al ver el agua y escuchar las olas se puso loca de contenta porque pensaba que la dejaríamos echarse un clavado como lo habíamos hecho en Pula pero se llevó una desilusión muy grande porque los carteles expuestos por doquier decían muy claramente de no quitarles la correa a los peludos.
Además de los clásicos locales balnearios en esta zona encontramos algunos bares en plena orilla del mar y desde donde se apreciaba a las espaldas un bonito panorama de la ciudad. En la banqueta del malecón hay una especie de walk of fame al más puro estilo Hollywood, dedicado a personajes culturales, del deporte y políticos croatos. Los negocios en esta zona son de un cierto nivel económico, todo el lugar me recuerda un poco a Niza lo que la hace un poco diferente a lo que hemos visitado hasta ahora en Istria.
La ciudad toma el nombre de la antigua Abadía benedictina de San Giacomo della Preluca del cual la pequeña iglesia aún existe hoy en día con el primer centro habitado alrededor de ella. Se convierte en centro turístico por ahí del 1844 cuando se construye la Villa Angiolina. En dicha villa llegan invitados ilustres como la consorte del Emperador Ferdinando I, Maria Anna. Inician así a llegar otros personajes de la alta alcurnia y entonces más villas se comienzan a construir.
Protecta de los fríos vientos gracias a una tupida vegetación y a un clima clemente, la ciudad de Opatija atrae el interés de la Sociedad de Ferrocariles del Sur (una compañía vienesa) que en el 1882 compra Villa Angiolina al conde Chorinsky. Nosotros decidimos de visitar esta hermosa villa -y hoy el parque más famoso de la ciudad- una tarde poco antes de caer el sol.
La villa y el jardín que la rodea es muy bella e interesante, un centro no solo de naturaleza sino también cultural en la ciudad. Se encuentra muy cerca de la antigua abadía y del hotel Quarnero (Kvarner), el primer hotel en la ciudad y seguramente también de la costa oriental del mar adriático; fue construido en 1884 de la Sociedad de Ferrocarriles gracias al director Friedrich Julius Schüler.
Desde esta zona el panorama es fantástico y aunque el tiempo no era el mejor (nublado y con amenaza de lluvia), Maricruz y yo disfrutamos mucho el paseo, sobre todo por lo que les cuento a continuación.
Un poco más adelante, apostada sobre unas rocas en el mar, nos encontramos con el símbolo de Opatija: La escultura de La niña y la gaviota. Erigida en 1956 se convierte inmediatamente en el símbolo de la ciudad y verla al atardecer es una de las cosas que no se deberían perder si visitan Opatija. Los colores al caer el sol, el silencio a esa hora que se rompe solo con el movimiento de las olas del mar, todo ello hace de esta visita algo muy romántico e inolvidable.
Nos quedamos por unos minutos a apreciarla, a fotografiarla, mientras esperamos que se oculte el sol y el resultado nos regala la foto de aquí abajo. Por cierto, el municipio de la ciudad ha puesto a disposición un servicio gratuito para hacerse un selfie con la estatua, bastará que se pongan donde se indica (en un cartel ahí mismo), tomen la foto y enseguida entren al website a descargarla; ojalá y otros lugares de interés hicieran lo mismo, me ha parecido una idea muy buena que le da más valor al lugar.
Una vez terminada nuestra visita emprendemos el regreso al departamento, tomamos una de las calles principales donde podemos ver como está ya todo adornado para la Pascua, las calles están medio desiertas y para nosotros esto es perfecto, no quiero ni pensar como puede estar esto entre mayo y septiembre. Llegamos a nuestra meta un poco cansados y con bastante hambre solo para darnos cuenta que habíamos dejado atrás todos los restaurantes y que tal vez era una buena idea haber cenado primero, pero para nuestra suerte nuestra anfitriona de Airbnb nos recomienda de llamar a la pizzería Roko y pudimos comer una de las mejores pizzas que he comido hasta ahora y viniendo de mi, es algo de tomar en cuenta!
La lluvia nos da una tregua en el penúltimo día en Opatija y podemos finalmente visitar la parte alta de la ciudad, es ahí donde se encuentra la Iglesia de la Anunciación de la Beata Virgen, un interesante edificio neorománico a tres naves que data del siglo pasado (1906) y que se distingue por su bonita cúpula verde. La construcción la comienzan los austriacos gracias al proyecto de Karl Seidl, para luego ser terminada por los italiano.
La iglesia es muy simple y luminosa, su punto fuerte es al externo gracias al panorama que se puede apreciar desde ahí con la ciudad que baja a los pies del mar adriático en el fondo. De ahí nos vamos a comer al restaurante Ruzmarin, pero de eso les hablaré en otro post porque aún les tenemos que contar que comimos en este viaje.
Opatija es verdaderamente un lugar especial para pasar unas buenas vacaciones, lo único es que tienen que tomar en cuenta que los estacionamientos no son baratos y son pocos, lo que los obligará más de una vez a dejar el carro en el hotel y caminar en subidas y bajadas por la ciudad. En todo caso vale la pena, porque esta ciudad es muy bonita y pequeña, ideal para una escapada de fin de semana.