Miyajima, Japón
Miéntras íbamos en el tren veloz de Osaka hacia Hiroshima me entra una tristeza tremenda. Estamos ya en nuestra última semana en Japón y por primera vez en mi vida de viajadora me estoy poniendo demasiado triste de regresar a casa.
Normalmente esa tristeza es leve, luego de varias semanas de viaje lo que quiero es ya regresar a mi casa, mi rutina, mi comida, mi cama…pero esta vez es diferente.
Decidimos de dejar las maletas en el hotel que teníamos reservado en Hiroshima, después de todo, estaríamos solo una noche en Miyajima y no valía la pena ir cargando toda la maleta, así que apenas llegamos a la estación principal de Hiroshima Max va a dejar las maletas al hotel que se encuentra a pocos pasos de la estación.
Para aprovechar el momento yo voy al baño y me doy un paseo por el bonito centro comercial que se encuentra ahí mismo.
Regresa Max y tomamos la metro que en menos de media hora nos deja en el puerto. Nos sentamos a esperar el ferry que no se tarda nada, en menos de lo que canta un gallo estamos ya navegando hacia la isla y un par de minutos después vemos la silueta del Torii que flota en la distancia. Es por eso que estamos aquí y verlo desde el ferry nos llena de emoción y alegría.
Nos bajamos del ferry y decidimos de ir directamente hacia nuestro alojamiento. En esta ocasión decidimos de consentirnos un poco y hemos reservado un bonito Ryokan que tiene un Onsen en sus instalaciones, queremos tratarnos bien porque después de todo, estaremos solamente una noche.
Llegamos a nuestro Ryokan y dejamos nuestro equipaje, inmediatamente salimos a recorrer los alrededores. El pueblito es hermoso y tranquilo, a esa hora del día hay turistas pero no tantos como pensamos, parece ser que la mayor parte prefiere venir aquí por la mañana.
Miyajima fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996 y para los japoneses, el panorama del torii es uno de los más bellos de todo el país.
Tan es así que la isla, que en realidad se llama Itsukushima es más conocida hoy en día como Miyajima, que significa isla del santuario.
Luego de pasear por alrededor de una hora viendo los negocios y las casas de madera apiladas con su peculiar estilo japonés, nos dirigimos hacia el Gran Torii.
Como era de suponerse, la zona está llena de gente a esa hora, esperando por supuesto la caída del sol que dará a todo el paisaje una atmósfera única.
Tenemos tiempo de sobra porque son apenas las 5pm así que nos damos una vuelta por el santuario y buscamos por los alrededores un lugar en primera fila para esperar el atardecer.
Cae la tarde en Miyajima
La luz empieza a escasear y las postales que nos regala el Torii son de verdad hermosas. Nos sentimos tan contentos de estar aquí pero al mismo tiempo una nostalgia increíble nos empieza a querer arruinar el momento.
Nos entretenemos viendo a la gente que como nosotros disfruta del lugar, se toma fotos, sonríe, pasea y en general se le ve contenta.
Le pedimos a un señor que nos tome una foto y apenas presiona el obturador lo vemos que se empieza a reír y nos señala a nuestras espaldas.
Un ciervo está tratando de robar algo de la mochila de Max, sin inmutarse siquiera cuando sorprendidos nos volteamos y le espantamos con las manos. Se va ofendido por nuestro atrevimiento de no darle nada y nos quedamos riendo los tres.
El sol se ha escondido ya en el horizonte, apenas lo hace encienden las luces del Torii para iluminarlo y que se vea -si es posible- más hermoso de lo que es.
Nos quedamos otro rato ahí sentados, no sentimos frio porque la temporada es clemente y porque además nuestras chamarras son muy abrigadoras, pero estando en el mar y a finales de Noviembre, es normal que se sienta un poco de frio a la interperie.
Es hora de cenar y nos damos cuenta que tal como lo advertían en algunos sitios online, a esa hora ya todo está cerrado. Tenemos la opción de cenar en el Ryokan pero teníamos ganas de tomar también algo tipo en un bar o así.
Caminamos por las solitarias calles, hace frío y no hay nadie caminando por ahí, está todo desierto y solo de vez en cuando avistamos algunos locales con luces pero apenas nos acercamos nos damos cuenta de que no son para comer o que son simplemente casas particulares.
Finalmente damos con uno, nos invitan a entrar y sin tardanza lo hacemos. Es un local pequeño, con pocas mesas y una grande barra donde nos sentamos y pedimos cerveza y sake. Cenamos ramen, gyozas y arroz salteado con verduras, nos sabe todo a gloria.
Dejamos el restaurante y nos vamos a darle una ojeada al Torii que nos queda de pasada. La negra noche lo envuelve y sus luces nos acompañan por un rato. Nos vamos al Ryokan a sumergirnos en las hirvientes aguas del Onsen antes de irnos a dormir contentos de estar ahí, con la promesa que el día siguiente estará cargado de aventura.
Parque Momijidani
Nos levantamos muy temprano por la mañana y luego de un tradicional desayuno japonés con pescado (yo hubiera preferido un pan japonés Hokkaido con un cappuccino); dejamos la mochila encargada en el Ryokan y tomamos camino hacia el parque Momijidani que en esta época del año es un espectáculo único.
Tenemos dos opciones, una es recorrer con calma el parque y hacer el trekking a paso lento, deteniéndonos para tomar fotos y apreciar la naturaleza, quizás si nos da el tiempo llegamos hasta arriba.
La otra es tomar la funivía y subir al monte Misen para apreciar el panorama desde arriba y luego bajar caminando por algún sendero. Nos declinamos por la primera opción, el parque se ve tan bonito que sería una pena no caminar por el lo antes posible.
Comenzamos a internarnos en el parque, por todas partes hay señalamientos hacia donde ir y además contamos con un mapa.
Hay turistas, unos pocos porque en realidad es muy temprano pero la calma del lugar es impresionante, aún cuando hay gente, todos hablan con voz baja y disfrutan del paisaje en una manera relajada y tranquila.
Los ciervos se hacen notar también aquí, solo que los encuentro más tranquilos que los que están cerca del Torii y del Santuario, estos parecen estar disfrutando de su ambiente natural, ignorando completamente a los visitantes y viviendo su vida sin que nadie los importune.
El parque es de verdad hermoso, cualquiera que sea el sendero que escojan se darán cuenta de lo bien cuidado que está. Es el lugar perfecto para disfrutar del típico foliage de otoño, no podemos estar más contentos de estar aquí.
Santuarios aquí y allá salpicando la naturaleza, puentes antiguos, riachuelos y rocas resbaladizas, musgo, verde, humedad, colores de otoño que son una verdadera gozada para los ojos y sobre todo: Paz y silencio.
Me quedaría con gusto aquí, no me extrañaría ver saltar de repente a Blanca Nieves de entre las hojas, perseguida por un ciervo jugetón.
Las horas pasan y nosotros aún no tenemos para cuando llegar a la cima. Uno de los letreros anuncia que estamos cerca pero nosotros queremos estar más tiempo en el bosque.
Decidimos pues de bajar caminando, sin llegar completamente a la cima, pero tenemos que hacerlo ya porque si no no nos ajustarán las horas para hacer las otras cosas que queremos.
Un poco nos arrepentimos de no haber subido, perdiéndonos del panorama desde arriba, pero nos damos cuenta que el dia se está poniendo gris y apenas salimos de la isla una lluvia fina nos hace notar que hemos hecho a bien.
El Torii flotante con la marea baja
Lo primero que hacemos apenas bajamos es ir de nuevo a ver el gran Torii, esta vez con la marea baja. Es impresionante verlo de esta manera, despojado de sus vestiduras de agua, expuestas las columnas que lo han sostenido por cientos de años.
Nos acercamos a tomar algunas fotos y confirmamos lo que ya sabíamos: A esa hora es cuando empiezan a llegar las multitudes de turistas, así que es mejor levantar el vuelo.
Itsukushima Jinga
Nos dirigimos a visitar el Itsukushima Jinja (厳島神社) , una de las arquitecturas mejor conservadas del país y meta principal de los visitantes en la isla.
Este santuario es hoy en día Patrimonio de la Humanidad (el Torii es parte del mismo) y visitarlo es algo que no se deben perder si vienen a este lugar.
El entero complejo del santuario es hermoso e impresionante, lo forman alrededor de 37 edificios y tiene un estilo arquitectónico Shinden, muy típico del período Heian.
Aunque no se sabe a ciencia cierta el año exacto de su construcción, se rumora que fue por ahí del 593.
Si bien a lo largo de los años el santuario se ha incendiado, esto no ha impedido que lo podamos ahora disfrutar ya que lo han vuelto a construir y a reparar, agregando en el inter algunos nuevos edificios como la pagoda de 5 niveles y varios salones con altares a los dioses.
El santuario es un bellísimo lugar sin duda, más allá de su impresionante Torii, vale la pena perderse por sus pasillos y sentir como “flota” toda su estructura en las frías aguas del mar interior de Seto.
No nos queremos ir sin darnos otra vuelta por la isla, por muy pequeña que sea vale la pena caminar por sus calles y perderse entre la gente.
Así que antes de ir a recoger la mochila al Ryokan decidimos de buscar donde comer y comprar algunos recuerditos, es casi tarde y la siguiente horda de turistas llegará dentro de poco, será mejor tomar el ferry con tiempo, nuestra última ciudad en este viaje nos espera impaciente.