Misión de Santa Bárbara, California

Luego de dejar Solvang nos dirigimos de nuevo sobre la 101. Esta carretera entre San Luis Obisbo y Santa Barbara es de una belleza panóramica, entrando hacia el mar desde Los Padres National Forest. Bajando luego hacia el océano se llega a Santa Barbara, nosotros fuimos solamente a visitar la misión ya que la diferencia más notoria entre las otras que ya habíamos visitado es que esta no fué fundada por el padre Junípero Serra sino del padre Fermín Lasuén el 4 diciembre de 1786. La misión se encuentra arriba de una colina, entre el océano Pacífico y las montañas de Santa Ynez, fué además consagrada por el padre Fermín Lasuén, el sucesor del padre Junípero Serra.

Un día me dijeron que los monjes y padres (de cualquier religión) escogen siempre las mejores locaciones para sus monasterios o iglesias, bueno, es verdad. Este lugar abre el corazón a la paz y la meditación de cuanto es hermoso.

La misión de Santa Bárbara toma el nombre de Santa Barbara, una santa que se dice fué decapitada por el padre luego de haber proclamado su fé cristiana. Solo luego del gran terremoto en 1812 se inició la construcción sobre la colina tal como aparece ahora. Esta misión es la única de su tipo gestionada por monjes franciscanos ya desde tiempos de su consagración hasta el día de hoy.

La misión de Santa Bárbara fué terminada y finalmente consagrada en el 1820. Las torres del campanario se dañaron notoriamente del terremoto ocurrido el 29 junio 1025, por esta razón las reconstruyeron en 1927. El aspecto interno de la iglesia no ha tenido ningún cambio desde 1820. Esta misión fué la décima a ser construída en California; alrededor de la misma se fué formando una ciudad que tomó el nombre de la misión: Santa Bárbara.

Al inicio, el objetivo de los fundadores franciscanos era el de convertir a la religión católica los Chumash-Barbareño, una tribu índigena local, con el pasar del tiempo la misión alcanzó un objetivo más grande: Se convirtió en centro vital y cultural de toda la comunidad.

La misión se puede visitar pagando un ticket de entrada que comprende además la visita al museo. Al externo, en el atrio, hay un amplio jardín con agaves y palmeras donde se puede uno sentar en algunas de sus bancas y gozar de la brisa que llega desde el mar.

En el pórtico se encuentra el infaltable negocio de recuerdos donde se pueden encontrar además de crucifijos, estatuillas y otras cosas, algunas reproducciones de fotos de época que muestran los trabajos hechos a la misión.

Siempre en el pórtico hay unas reproducciones a tamaño casi real de figuras de monje donde puede uno ponerse detrás y apoyar la cabeza para sacarse la clásica foto chistosa.

De las misiones que habíamos visitado, esta fué la que me pareció más rica y ostentosa, como si hubiera sido edificada para satisfacer a alguien muy en alto.

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