Milos, Grecia
Llegamos a Milos, también llamada Isla de Venus, luego de 3 horas de ferry desde Atenas, atracamos en el puerto de Adamas donde ya nos estaba esperando la minivan que nos llevaría al hotel. En pocos minutos llegamos y luego del check-in pedimos información sobre las playas que se pueden visitar y los pueblitos en la misma isla. Después de una ducha refrescante decidimos de pasar el resto del día en Adamas. En pocos minutos a pié alcanzamos el puerto y de ahí subimos por las callecitas típicas hasta la catedral ortodoxa que se encuentra en el punto más alto del pueblo para gozar del espléndido panorama.
De regreso nos detuvimos para almorzar en el puerto y pedir información sobre la renta de un carro. En la tarde tuvimos nuestro primer encuentro con el mar de Grecia, a pié nos dirigimos a la playa de Lagada, una playita lo más de bonita y tranquila a pocos pasos del centro de Adamas; vista la temporada baja no había mucha gente y entonces pudimos encontrar un lugar con facilidad y dedicarnos a lo que más queríamos hacer: Zambullirnos en el agua hasta que las extremidades se nos pusieran azules y los dedos arrugados.
A la hora de cenar decidimos comer de nuevo en el puerto y en la misma mesa preparamos el itinerario del día siguiente, por consejo del simpático dueño de nuestro hotel (y por causa del viento que se pronosticaba para el día después) decidimos de visitar primero la playa de Sarakiniko.
Sarakiniko es una playa muy particular y bella, practicamente es como un fiordo de rocas volcánicas blanquísimas que la hacen parecer a un paisaje lunar, se llega a ella luego de pocos minutos desde Adamas y dispone de un estacionamiento, además está bien conectada con autobuses y taxis.
Luego de haber dejado el carro en el estacionamiento, se baja por un camino y se llega a esta maravilla donde se puede tomar el sol y darse un baño en esas aguas cristalinas. Nos detuvimos en Sarakiniko hasta la hora de la comida, luego de aquí nos dirigimos hasta Pollonia para comer en el puerto.
Después de la opípara comida en Pollonia nos fuimos a ver la playa de Mitakas. Para llegar se necesita seguir las indicaciones y a un cierto punto seguir un camino de tierra. La playa se encuentra en un pequeño golfo y hay un bar y sombrillas, aunque nosotros nos quedamos en otra parte donde hay una pequeña caleta reparada del viento fuerte con una playita fantástica que -de nuevo- vista la temporada, estaba casi vacía. En dicha caleta hay una especie de pueblito de pescadores, aunque en realidad eran solo unas cuantas casas, el mar, cristalino y calmo invitaba a zambullirse. Yo personalmente me tomé una buena siesta y Maricruz se puso a leer disfrutando de la calma del lugar.
Al día siguiente decidimos de visitar una de las playas más sugestivas y recomendadas de la isla: Paliochori. Antes de Paliochori tomamos una ligera desviación para alcanzar la playa de Aghia Kiriaki pero resultó que nos perdimos y fuimos a parar dentro una casa privada donde tuvimos que preguntar a un muy amable señor donde nos encontrábamos. Mientras nos daba indicaciones tuvimos que salir del carro y darnos vuelta casi nos quedamos sin aliento de ver tan hermoso paisaje: Desde la pequeña colina donde nos encontrábamos se podía ver la parte interna de la isla donde se encuentra el aeropuerto, al fondo el espléndido golfo de Adamas, el marrón de la tierra que contrastaba con el azul del cielo y del mar, las nubes blanquísimas que se movían veloces empujadas por el viento…era como una pintura.
Habiendo llegado muy temprano a Aghia Kiriaki no había nadie en los alrededores y aprovechamos para dar un paseo relajado, en el silencio que solo las olas del mar rompía, caminando descalzos sintiendo el agua fría en los piés, comprendimos el porque algunas personas regresan varias veces a visitar estos lugares. No es solo la belleza del lugar sino además la paz y tranquilidad que se respira.
Retomamos el carro y en pocos minutos llegamos a Paliochori. Paliochori era una de las metas que no quería perderme aquí en Milos, la playa es bellísima, formada de rocas color rosa que la hacen única, este particular color es debido a la presencia de minerales -ahí cerca por cierto, hay una mina de azufre-. A lo largo de la playa hay tabernas donde se puede saborear las especialidades volcánicas, el agua es cristalina aunque a diferencia de otras playas, aquí el mar es profundo a pocos metros.
Nuestro plan era de pasar en esa playa todo el día y de ahí irnos al pueblito de Plaka, terminando de comer nos fuimos a buscar otra playa y terminamos en Plathiena. Para llegar a Plathiena se siguen las indicaciones que se encuentran cerca de Plaka, es el mismo camino que se usa para llegar a otra playa igual de bonita que se llama Firopotamos. El camino tiene muchas curvas y es un poco estrecho, pero al menos está bien pavimentado.
Plathiena se encuentra en un golfo entre grandes acantilados, la playa es bastante grandes y hay un barcito que te permite usar las tumbonas incluso sin consumir, solo con la condición que las vuelvas a poner en su lugar cuando las desocupes. Nos quedamos toda la tarde e inmediatamente se convirtió en nuestra playa preferida de Milos, nos la pasamos tan bien que hasta nos olvidamos de tomar fotos, pero en cambio hicimos varios videos con la action-cam (videos que nunca mostraremos por lo embarazosos). El agua, limpia y cristalina, el fondo de arena suave y blanca hacen de este lugar algo fantástico y relajado, no hubiéramos querido salir nunca del agua.
Con mucha pena abandonamos el lugar para irnos a visitar Plaka, la capital de Milos. Este pueblito es muy bonito y sugestivo, muy cicládico. Plaka es famoso por lo bello de sus atardeceres, siendo el punto más alto de la isla desde donde se puede ver descender el sol coloreándolo de naranja. Un verdadero espectáculo.
Paseamos por el pueblito entre sus blancos callejones llenos de tabernas, negocios de souvenirs, barecitos que ofrecen cocteles de todos tipos y fué precisamente en uno de estos últimos que decidimos hacer una pausa y disfrutar de un mojito que en realidad no estaba tan bueno pero la atmósfera del lugar, la compañía y el momento lo hicieron de verdad especial.
Después de nuestro coctel nos fuimos a buscar un lugarcito apartado de la gente para disfrutar del atardecer, de hecho la mayor parte de los turistas sube hasta el castillo para disfrutarlo pero nosotros preferimos quedarnos en una callecita sin pavimentar, abrazados y tranquilos en un momento que hubiera querido que no terminase jamás. Luego de haber visto el atardecer y cenado en una de las muchas tabernas de Plaka, nos dirigimos hacia el puerto de Plaka para reservar un tour en barco a vela; entre las muchas empresas que ofrecen eso, escogimos una en goleta (buque de vela típico).
Paseo en barco a vela
A las 09:00 am estamos en el muelle y tomamos un lugarcito en el Thalassitra, luego de algunos minutos partimos mientras algunos chicos de la tripulación se afanaban en la minúscula de cocina del barco y otros se paseaban entre los turistas contándonos anécdotas e historias de las islas. Casi inmediatamente llegamos a Klima, un pueblito de pescadores como cualquier otro si no fuera porque ahí uno de ellos encontró la famosa Venus de Milo que se puede admirar en estos días en el Louvre.
Desde aquí nos fuimos directos a la playa de Firopotamos donde nos detuvimos para el primer baño de la mañana en unas muy frías aguas meditterráneas; después de esto nos llevaron a Sarakiniko, ver esta maravilla desde el mar valió por si sola el tour en barco. Cerca de Sarakiniko se encuentra la islita de Glaronissia, muy particular de observar ya que la habitan solo gaviotas y está formada de lava solidificada al contacto con el mar.
De ahí alcanzamos Pollonia y admiramos de lejos la belleza de la isla de Kimolos. A este punto nos encontrábamos ya en la zona de la isla que es muy díficil acceder via tierra y que si se quiere gozar de sus magníficas playas es necesario rentar una barquita. Más adelante vimos las minieras de azufre y en pocos minutos nos encontramos en Paliochori también aquí la playa vista desde el mal es algo de fabuloso. Finalmente llegamos a ver dos de las playas más famosas de Milos: Tsigrado y Firiplaka. Tsigrado es muy particular, para llegar a ella por tierra se necesita hacer un buen pedazo de terracería (así que es mejor rentar un buggy o un 4×4), pero además se tiene que descender por un pequeño acantilado ayudándose de una escalera de cuerda, para mi, mejor verla y acceder via mar. Firiplaka es espléndida y también aquí nos sumergimos en sus profundas aguas azules. Partiendo con más entusiasmo que nunca llegamos a una de las localidades más famosa de Milos: Kleftiko.
En Kleftiko estuvimos tres horas, primero con la barca exploramos toda la bahía, luego mientras algunos nadaban un rato otros fuimos a explorar las grutas y varios arcos de piedra en una balsa. Terminada la visita se pasó al almuerzo que había sido preparado por el capitán y su tripulación. Lo “malo” del caso es que de aquí en adelante el tiempo empezó a cambiar llenando de nubarrones el cielo y cayendo una lluvia ligera que solo sirvió a hacer el todo más atomósferico si era posible; el capitán y el sub-capitán se la pasaron todo el tour contándonos historias, charlando y en general haciéndonos sentor bien a todos los pasajeros. Pasando Capo Vani con sus monolitos y gozando uno de los más bellos atardeceres que he visto en mi vida, nos ofrecieron Raki (una especia de grappa greca, fuerte pero muy buena) para realizar un brindis y comenzar a despedir el día.
Regresando al golfo de Adamas Maricruz y yo estábamos un poco tristes, era la última vez que veíamos esos lugares, a las 2 de la mañana (causa de una huelga) tomaríamos el ferry que nos regresaría a Atenas, dejar ese paraíso para regresar a la frenética ciudad sería muy duro. El paseo en barco es algo que tienen que hacer si quieren ver todas las playas que hay en Milos, dura algo así como 12 horas y acaba uno bastante cansado pero vale la pena. Aprovechamos para agradecer al capitán y sus chicos del Thalassitra, son muy profesionales e hicieron todo lo posible por proporcionarnos una experiencia agradable e inolvidable.