Lindos, Grecia
Lindos es una pequeña ciudad en la isla de Rodas situada en la costa este. Se encuentra a cerca 55 km de la ciudad de Rodas y es perfecta para una excursión de un día desde la misma. Lindos está llena de historia y leyendas; cuenta Homero por ejemplo, que Lindos fue una de las ciudades que participó en la Guerra de Troya. En Lindos, coronando el monte donde se sitúa el pueblo, se encuentra la acrópolis donde se pueden apreciar los restos de la stoa dórica y de los templos de Zeus y Atenea.
Llegamos a Lindos luego de un viaje turbulento que casi nos hizo arrojar las tripas por la borda a más de uno. Apenas vas llegando al pequeño puerto la vista es espectacular; las aguas turquesas y cristalinas invitan a echarte un clavado pero en lo alto de la colina hay otra cosa más poderosa que llama la atención: La acrópolis.
TEN EN CUENTA ESTO
Si tuviera la oportunidad de elegir de nuevo, descartaría sin duda el tour organizado en barco desde Rodas. Son muchas las horas pasadas en mar y pocas las que quedan para disfrutar de tan bonita ciudad. En realidad llegar a Lindos desde Rodas es muy fácil, en temporada turística hay varios autobuses que salen desde la capital hacia esta ciudad, dejándote mucho tiempo libre para recorrerla a tus anchas sin el estrés de tener que regresar al puerto luego de solo tres horas que has llegado.
Comenzamos la subida a pie porque llegando por el puerto es la única via de acceso. Por el camino nos encontramos con varios turistas que han decidido de usar los servicios de un burro, cosa que honestamente la encuentro muy cruel pero no voy a entrar en detalles porque cada quien con su consciencia pero es obvio que dicha actividad es por demás triste. Pocos pasos más y me doy cuenta de que tal vez no voy a alcanzar a subir hasta la acrópolis en el tiempo establecido así que le digo a mi amiga que se adelante y que ya la alcanzaré allá arriba. Que equivocada estaba.
No se necesita subir mucho para empezar a gozar de las vistas estupendas que nos regala Lindos. Desde pocos metros arriba podemos apreciar la pequeña caleta con sus tumbonas y parasoles que en esa época del año (mayo) bastan y sobran para la cantidad de turistas que visitan el lugar. En realidad, aún en temporada alta pienso que la pequeña playa es suficiente ya que la mayoría de las personas que visitan el lugar lo hacen por pocas horas.
Comienzo a internarme en las callecitas empedradas del pueblo, con sus callejones tortuosos y sus viejas casitas pintadas de blanco, Lindos es un típico pueblo griego. Llego en pocos minutos al centro donde me encuentro cara a cara con la iglesia bizantina de la Panagia, entro un par de minutos a admirar sus extraordinarios frescos que datan del año 1779 y fueron realizados por el pintor Gregorio de Symi. Es tan pequeñita la iglesia y tanto el flujo de turismo que salgo pitando de ahí en pocos minutos. Visitar una iglesia llena de gente no es mi prioridad y prefiero continuar con mi paseo.
Comienzo a pasear por el centro, a estas horas abarrotado de gente en sus calles principales, las estrechas calles no ayudan a superar la sensación de claustrofobia aún cuando estamos al abierto.
Todo esto, el caminar por las calles llenas de gente, curiosear en los negocios de souvenirs, soportar el calor del mediodía, etc. es una actividad muy de verano, aún cuando falta casi un mes para comenzar dicha estación. En mi caso no es algo que aprecie mucho, así que ando como zombie caminando por las calles tratando de robar ese pequeño espacio en la poca sombra que logro encontrar, aunque eso signifique luchar a brazo partido con la horda de gente que como yo, han tenido la maravillosa idea de venir al pueblo en plena hora de calor.
En Lindos de cierto no faltan los lugares para comer, los restaurantes están cada dos o tres pasos, todos ellos ofreciendo las delicias griegas de las que me considero profundamente enamorada. Mi recomendación es que se alejen un poquito del centro, bastarán dos o tres calles aledañas para encontrar algún rinconcito donde puedan almorzar en paz y tranquilidad, lejos del bullicio de la gente y de los precios (y calidad) turística.
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Continuo mi paseo y me doy cuenta que algo no cuadra: No hay gente en las calles. Tratando de evitar el gentío me he ido alejando de las calles y ahora me encuentro no sé donde disfrutando de la paz y tranquilidad de este bonito pueblo. La acrópolis se ve en lo alto, pero ahora parece más alejada. Me entra un poco de pánico al darme cuenta de que no me ajustará el tiempo para visitarla, además que pagar los 12€ de entrada para visitarla con prisas no es algo que me cause mucha gracia. Decido que la dejaré para mi próxima visita y comienzo a regresar al puerto. Esas aguas turquesas bajo el calor del sol son incluso más atrayentes.
Mientras comienzo a bajar hacia la playa me paro a hacer más fotos de lugares que durante la subida no había tomado en cuenta. Es fantástica la vista, me hubiera pasado el día sentada en alguna de las muchas terracitas a disfrutar del pasar del tiempo. Me pregunto donde estará mi amiga, quizás disfrutando de la acrópolis. Yo por mi parte no veo la hora de zambullirme en las frescas aguas del Egeo.
Encuentro un camino libre hacia la playa antes de llegar a la parte de las tumbonas. Visto desde arriba no parece mal e incluso lo recorro unos metros hacia abajo desde donde tomo las dos fotos que les pongo a continuación. Pero entonces me doy cuenta que siendo una playa libre es obvio que no hay un solo lugar donde repararse del sol y entonces desisto de bajar hasta la playa, además que el camino en sí no es exactamente seguro, rocas aquí y allá y la empinada lo hacen incluso un poco peligroso para mis sandalias, no es caso de exponerme a un resbalón y una pierna rota.
Llego a la playita y me aborda un señor muy amable para decirme que si deseo la tumbona son 5€, incluye obviamente el parasol y además, en el palo del mismo hay unas cajitas donde puedes poner tus pertenencias de valor (celular, reloj, cartera) y cerrarla, luego te dan una pulsera de plástico que tiene una especie de imán para abrirla, con dicha pulsera puedes nadar así que se me hace perfecto. Pago, dejo mis cosas y corro a zambullirme al agua. La vista desde abajo es hermosa, con la acrópolis coronando el monte y el mar a sus pies.
Me pongo a platicar con una señora tailandesa que cada año regresa a Grecia a pasar las vacaciones con su marido, me dice que es muy económico todo ahí y que le encantan las islas (me imagino porque). Me hace reír mucho porque cuando le pregunto donde está su marido me responde que “está por ahí, barbecuándose“; cuando le digo que soy mexicana me comenta que a ella, que vive en UK, muy seguido la confunden con mexicana. Seguimos charlando por un par de minutos cuando veo a lo lejos a mi amiga que me busca. Le hago señas y luego de un par de minutos ya estamos chapoteando juntas en el agua.
Resulta que mi amiga también se perdió y no alcanzó a subir hasta la acrópolis por lo que no tenemos una sola foto del lugar. Que le vamos a hacer, Lindos, al igual que Rodas me esperan para una segunda visita.