Hiroshima, Japón

El 6 de agosto de 1945 el mundo conoció la terrible fuerza de la bomba atómica, la ciudad elegida fue Hiroshima que quedó al ras del suelo. La ciudad no había sido bombardeada durante el conflicto mundial pero bastó un bombardeo , uno solo, para causar la muerte de más de 100,000 personas de los cuales más de 60mil fueron en los momentos después de la explosión inicial. 

Hiroshima es nuestra última meta de nuestro viaje en Japón, uno de esos lugares que te deja sin palabras porque no sabes como explicarte a ti mismo la razón de una guerra, su inutilidad y la estupidez humana.

Llegamos a Hiroshima a la hora del almuerzo desde Osaka via el velocísimo Shinkansen, sabíamos que la visita en la ciudad estaría llena de sentimientos encontrados por lo que habíamos dividido nuestra estancia dejando dos días para visitar Miyajima desde ahí, tal como les habíamos contado en este post.

Luego de nuestra breve visita a la isla, regresamos una tranquila tarde a la ciudad de Hiroshima donde después de dejar la mochila en el hotel salimos a dar un paseo por los alrededores y a buscar un lugar donde cenar, al día siguiente nos esperaba un día ocupado y queríamos estar lo suficientemente reposados para disfrutarlo.

Al día siguiente apenas terminamos el desayuno nos dirigimos hacia nuestra primera meta, el Castillo de Hiroshima. Podíamos tomar el transporte público pero preferimos irnos a pie, para disfrutar la ciudad.

Caminar sigue siendo nuestra atracción favorita cuando visitamos una ciudad nueva, es la mejor manera de conocerla y poderse sumergir en la atmósfera local pasando por puentes desde donde se pierde la mirada sobre la moderna ciudad que hoy en día -al menos en apariencia- parece haber superado todo, sin embargo te das cuenta que apenas volteas en algún rincón y puedes ver como la herida en realidad no ha sido completamente sanada y que no lo será nunca.

Castillo de Hiroshima

Tal como en otras ciudades con castillos, nos damos cuenta que todo alrededor de este está lleno de verde gracias a un parque bien cuidado, paseamos tranquilamente por el parque y comenzamos a ver los primeros efectos de la bomba.

Dentro el parque se encontraba el cuartel general del ejercito que resulta completamente destruido y del cual solo quedan los cimientos del mismo como un recordatorio. Si no hubiera sido por el cartel que lo explicaba no nos hubiéramos dado cuenta de ello.

El castillo de Hiroshima es llamado también Carp Castle a causa de su color obscuro y la madera que lo recubre y que recuerda las escamas de este pez. Es un típico castillo japonés que fue la demora del daimyō de la ciudad; fue construido en 1590 pero el bombardeo atómico lo destruyó completamente.

El castillo original era completamente de madera y había apenas sido declarado tesoro nacional en 1931. La principal protección del castillo era representada de tres fosas aunque también el río Otagawa era una barrera natural de por si.

Gran parte del espacio ocupado en un tiempo por jardines en el castillo es ocupado hoy en día por escuelas, casas, oficinas y negocios.

Lo que podemos encontrar hoy delante de nosotros es solo una reconstrucción fiel de la estructura original. El edificio principal fue construido en cemento armado y solo el externo fue realizado en madera en manera de dar el aspecto original estético del antiguo castillo. En 1994 se reconstruyó también el cancel del ingreso y las dos torres de observación usando técnicas antiguas.

Después de visitar el castillo caminamos otro poco por el tranquilo parque yendo hacia el río. Nos detenemos un poco no solo para tomar algunas fotos sino con un gran pesar y tristeza porque nos damos cuenta que estos son nuestros dos últimos días en Japón, no queremos perdernos ni un solo momento de estas escasas horas que nos quedan aquí.

Parque Conmemorativo de la Paz

Genbaku Dome

Seguimos caminando y de repente llegamos al Genbaku Dome (Bomb Dome) o sea, a la cúpula de la bomba atómica que anteriormente se llamaba la Sala de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima

Los restos de este edificio que había sido construido en 1915 se convirtieron en Patrimonio de la Humanidad en 1996, con solo dos votos en contra: El de China y el de Estados Unidos, estos últimos alegando que un memorial como este omitía complemente el necesario contexto histórico.

El 6 de agosto de 1945, la explosión nuclear tiene lugar a poca distancia del edificio dando como resultado que fuera  la estructura más cercana que resistió a la bomba.

Hoy en día, esta construcción se encuentra en el mismísimo estado como se encontró apenas después del ataque atómico y viene utilizada  de quien pide la eliminación de las bombas atómicas en el mundo como una advertencia de sus consecuencias.

Junto al Bomb Dome, cerca del río, está el monumento al escritor Miekichi Suzuki, autor de la revista para niños “El pájaro rojo”. Este monumento no tiene ninguna correlación al bombardeo ya que el escritor murió antes del conflicto bélico. Las estatuas fueron esculpidas en 1964 como un símbolo del regreso de Hiroshima a una vida normal y como una muestra de superación del trauma post-atómico.

monumento al escritor Miekichi Suzuki

Continuamos a pasear alrededor del edificio bombardeado, es increíble como la construcción está aún en pie cuando la bomba explotó a solo pocos metros de ahí. El dispositivo de la bomba se activó antes de tocar tierra, de esa manera toda su fuerza destructiva viene usada sin que nada le hiciera de barrera y pudiese disminuirla.

El ejército estadounidense querían estudiar cuan potente fuese la bomba y los habitantes de Hiroshima fueron los conejillos de indias.

Del Genbaku Dome nos dirigimos hacia la parte más extensa del Parque de la Paz, se encuentra a pocos metros y basta solo atravesar el puente Motayasu.

Pasando por el puente en este bonito día parece que aquí nunca pasó nada y sin embargo basta caminar unos pocos metros y todo cambia, se entra al parque e inevitablemente se retrocede en el tiempo, en un viaje triste e histórico que nos deja llenos de reflexiones.

En este mismo lugar, cada año, el 6 de agosto se recuerda el aniversario de la bomba atómica con una ceremonia japonesa llamada tōrō nagashi para recordar a los muertos de esa bomba.

El río Motoyasu se llena de lámparas de papel (chōchin) que llevan una vela dentro y la corriente arrastra poco a poco, de ahí el nombre de la ceremonia:  tōrō significa (entre otras cosas) lámpara de piedra y nagashi significa fluir.

Es una ceremonia cargada de sentimientos, silenciosa y recogida, sin duda algo que quien ha tenido la oportunidad de presenciar no les ha dejado indiferente.

La grande estatua a nuestra derecha nos llama la atención y no podría ser al contrario, es uno de los lugares más simbólicos y cargado de emociones del parque:

El Monumento a la Paz de los niños.

En japonés se llama Genbaku no ko no zō y significa literalmente “estatua a los niños de la bomba atómica”, la niña representada en la estatua es Sadako Sasaki, una pequeña que murió de leucemia a causa de las radiaciones de la bomba.

La historia de Sadako es muy triste, poco antes de morir alguien le habló sobre la leyenda que quien pudiera crear mil grullas de papel podría pedir un deseo, el que fuera. Así la niña se puso manos a la obra haciendo grullas de papel.

Si bien Sadako cumplió su objetivo y pudo hacer más de mil grullas, su deseo sin embargo no fue así: Sadako murió y la paz mundial no existe hasta el momento.

Todo alrededor de la estatua hay vitrinas donde se exponen miles de grullas de origami que provienen de todo el mundo como una oferta de paz y memoria. El monumento fue inaugurado el 5 de mayo de 1958, los fondos para su realización fueron recolectados entre los niños de las escuelas japonesas y los compañeros de clases de la pequeña. 

Sadako Sasaki nos enseñó, sin pretenderlo, una de las lecciones más hermosas sobre la paz que jamás hayamos recibido.

El Monumento a la Paz de los Niños es obra de los artistas japoneses Kikuchi Kazuo e Ikebe Kiyoshi, su sencilla construcción consta de un pedestal con tres patas, en la cima vemos a Sadako que con los brazos abiertos sostiene una grulla de origami, a los lados una niña y un niño, símbolos de la esperanza y un futuro brillante para todos. Bajo el pedestal, una placa de mármol negro con la inscripción:

これはぼくらの叫びです これは私たちの祈りです 世界に平和をきずくための

Éste es nuestro llanto. Ésta es nuestra plegaria. Para construir paz en el mundo.

Monumento Cenotafio

Seguimos caminando y con pocos metros recorridos llegamos al Cenotafio, un monumento a forma de arco que encontramos en la simbología sintoísta, la más antigua de las religiones en Japón.

Bajo el arco la Llama de la Paz, una llama en la obscuridad dejada de la detonación de una bomba que dejó sobre el campo miles de personas.

Cerca de la llama una piedra labrada con todos los nombres de las personas muertas ese fatídico 6 de agosto de 1945 y de las personas muertas sucesivamente a causa de las graves mutilaciones y las radiaciones dejadas. Son casi 300 mil nombres labrados en la piedra, miles de personas inocentes que esperamos nunca se nos olviden.

Sobre el arco una preciosa incisión: «descansen en paz, pues el error jamás se repetirá» una oración que si bien no lleva un sujeto ha sido fuente de polémica por grupos extremistas.

Delante del arco las varias placas conmemorativas escritas en varios idiomas, en recuerdo de quien perdió la vida ese día. Vemos muchos turistas que toman fotos, todos de una manera respetuosa, no hay caos, solo silencio y recogimiento.

Estando en este lugar solo piensas e imaginas el terror que pudieron haber sentido las personas ese día y los siguientes, cuando la ciudad, vulnerable aún por la bomba sufrió la llegada de un terrible tifón.

Paseamos por el parque buscando los árboles sobrevivientes, es decir, aquellos que resistieron a la bomba y las radiaciones, una verdadera representación de como la sabia naturaleza puede resistir con fuerza a la estupidez humana.

Cada uno de estos árboles están identificados como “Hibaku Jumoku” con una placa nominativa y están esparcidos por toda la ciudad, junto con todos aquellos donados de todo el mundo.

Regresamos por algunos minutos al Cenotafio, me sigue impactando la llama perenne, la misma que estará encendida hasta que dejen de existir las armas atómicas en el mundo, lo que hoy por hoy me parece una utopía.

A través del arco, al fondo, se vislumbra la cúpula a lo lejos.

Nos alejamos del parque, es ya la hora del almuerzo y nos vamos caminando hacia la parte más moderna de la ciudad, llena de rascacielos y de centros comerciales con varios pisos, grandes y ya vestidos de Navidad puesto que estamos en Diciembre.

Entramos a uno y compramos algunos recuerdos, buscamos luego donde comer, por supuesto no queremos perdernos el famoso Okonomiyaki , un icono de la ciudad. Mientras intercambiamos nuestras impresiones de esta ciudad nos damos cuenta que es todo tan impactante y lleno de emociones.

Mientras nos dirigimos hacia nuestra siguiente meta: la Hondori Street, una galería llena de negocios para perderse toda la tarde, el día comienza a nublarse y no podemos encontrar mejor atracción que la de refugiarnos en las compras.

Hondori Street

Esta galería es el centro de las compras en la ciudad, se pueden encontrar todos los negocios con precios para todos los bolsillos, está llena de turistas y locales y tan llena que en algunas partes es incluso díficil de caminar, pero si existe un lugar en toda la ciudad donde perderse una tarde completa para comprar regalos y recuerdos de llevar a casa, seguramente es esta.

Regresamos al hotel cansados, no puedo decir muy felices porque los sentimientos son encontrados. Las maletas están prácticamente listas, debemos solamente agregar las últimas compras.

Mañana se toma el vuelo de regreso a casa donde nos esperan nuestras queridas mascotas y nuestro hogar, listo para recibirnos de este viaje tan bonito que hemos hecho.

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