Florencia

He perdido la cuenta de cuantas veces he ido a Florencia, la primera vez allá por el 2003 en un viaje relámpago de un día que no fué la excepción ya que hemos regresado a esa ciudad en inumerables viajes de un solo día. Cansadísimos, eso si, porque son tres horas de carro desde Roma pero que hoy por hoy se nos hace un paseo más que un pesar.

Florencia es una de mis ciudades italianas favorita, es pequeña, bella y nada menos que la cuna del Renacimiento. Me encanta visitarla en otoño (aunque he ido en todas las estaciones del año), cuando sus calles mojadas me regalan horas de paseos tranquilos buscando esos rincones bellos y menos transitados.

Naturalmente visitar el centro es de rigor, sobre todo considerando que es parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Pasear por Piazza del Duomo y apreciar por fuera y por dentro la Catedral de Santa Maria del Fiore, el Baptistero con sus Puertas del Paraíso y el Campanile recubierto de blanco mármol.

Se puede visitar Florencia en un solo día, eso si, sin entrar a ninguno de sus museos. Se puede apreciar caminando todas las maravillas de las que está llena la ciudad e irse con un buen sabor de boca, pero como siempre, si se quiere vivir una experiencia más completa es necesario dedicarle a la ciudad al menos tres días y disfrutarla por dentro y por fuera de sus más importantes monumentos y museos.

La Piazza della Santa Croce es otra de mis favoritas. La cosa curiosa es que por más que busqué en mis archivos no encontré ninguna foto de su basilica, en todo caso, alrededor de esta plaza se encuentran varios edificios históricos, así que lleven una guía escrita o una aplicación online que les explique de cada uno de ellos, la encontrarán mucho más entretenida que si solo van a visitar la basilica.

Recuerdo la primera vez que fuimos a Florencia y visitamos Piazza della Signoria. Tomé tantas fotos que me dolió el dedo de tanto apachurrar el obturador de mi camarita instantánea. Todas esas fotos se fueron al purgatorio de las fotos porque nunca más las encontré. Lo bueno es que habíamos hecho varias copias en papel así que al menos esas nos quedaron.

Ver la copia del David me llevó casi a las lágrimas, a mi, una recién estrenada provinciana mexicana dando sus primeros pasos en la ciudad cuna del Renacimiento. Son cosas que nunca se olvidan, como no se me olvidan la Fontana di Nettuno, las esculturas de la Loggia y claro, el Palazzo Vecchio.

No se puede dejar Florencia sin antes darse un paseo por el Ponte Vecchio, reconstruído tantas veces que ya no se sabe, pero no por ello libre de encanto, además de las pequeñas casitas que hacen la función de negocios donde se vende oro y joyería. Personalmente es una de las partes que menos me gustan de Florencia, por su exagerado flujo de turismo, pero obviamente no se puede dejar de visitar y pensar en todas las historias y leyendas que lo componen.

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