Estambul
Decir que Estambul es una de las ciudades más bellas del mundo es caer en clichés, es hacer honor a quien honor merece y sobre todo, es una frase que no les dice nada nuevo. Entonces, digamos que aunque no he descubierto los hoyos negros en el espacio, puedo decir que al menos he descubierto lo que es una ciudad con atmósfera. Con los cinco sentidos.
AYA SOFYA
Entrar en el museo Aya Sofya y dejar volar la imaginación. Escuchar el choque de las espadas entre miembros de las cruzadas y bizantinos que combaten cuerpo a cuerpo ante las puertas mientras cientos de cristianos se refugiaban con el alma en un hilo dentro de la iglesia.
Sentir el retumbe los cañones de los otomanos que conquistan la ciudad y ver días después al conquistador Mehemed II arrodillarse ante esta misma puerta, tomar un poco de tierra, ponersela sobre el turbante y hacer de esta bellísima iglesia una mezquita.
Abrir los ojos como platos ante la figura de Atatürk que entra despacio en este lugar y declararlo un museo para fortuna de todos nosotros.
PALACIO TOPKAPI
Si de atmósfera se trata, visitar el palacio Topkapi es de cierto una experiencia de no perderse. ¿Cuántos sultanes malvados, locos y tristes vivieron ahí? ¿Cuántas intrigas y conspiraciones maduró Roxelana entre esas paredes?
Que de siglos de intrigas, excesos, guerras y locuras se vivieron día a día entre muros de bellísimas cerámicas y pasillos de piedra.
Dejemos de lado el tesoro. Yo prefiero dejar volar la imaginación y ver al sultán recién salido al trono y que camina por el pasillo de la Vía de Oro por primera vez en calidad de rey, arrojando monedas de oro a las concubinas mientras estas se disputan al menos una mirada, una señal, cualquier cosa que les asegure al menos un minuto de felicidad. Ah…el harén. Confinadas de por vida y aún así luchando día a día por sobrevivir. No me puedo imaginar un lugar más competitivo y cargado de envidias. Y las cerámicas…ah las cerámicas ¡Que bellas son! En los pasillos, en las paredes, en los techos, en las puertas. Unas verdaderas obras de arte que puedes pasar horas y horas contemplando. Me traje un pedacito de cada una de ellas inmortalizada en fotos.
Ya de cuando íbamos de camino del aeropuerto al hotel mirando a travéz del cristal del taxi me dieron unas ganas inmensas de bajarme ahí mismo y tomar el ferry que me llevara a donde fuera, por favor, que solo quiero sentir la brisa fría del mar y ver de cerca a las gaviotas.
Hablando de, vale la pena comprarse un Simit (roscas de pan con semillas de sésamo que venden por las calles) y dárselo a las gaviotas, te seguirán por todo el trayecto y practicamente comerán de tu mano.
Mezquita Azul
Creo que no hay nada tan representativo como la Mezquita Azul, pero ¿Qué creen? Nosotros no entramos. A decir verdad me he arrepentido mucho de no haberlo hecho porque esta mezquita es única en el mundo, pero ya tendremos oportunidad de regresar a Estambul y entonces si que entraré. Por mientras nos conformamos con haber hecho un par de fotos por fuera y sentarnos en sus jardines a contemplar un grupo de mujeres locales que se instalaron a chismear sin vergüenza alguna a todo turista que veían pasar.
PUENTE GALATA Y ENTORNO
Ver un atardecer desde el puente de Gálata mientras se bebe una cerveza en uno de los varios restaurantes que existen bajo el puente y se come un Dolma (rollos de hoja de vid rellenos con arroz y especias bañado con salsa de limón) frío. Escuchar las conversaciones de los muchos pescadores que pululan el puente todos los días; comprarse un plato de alpiste y dárselo a los pichones en las afueras de la Mezquita Nueva. Pero sobre todo, una de las cosas que me quedaron gratamente impresas en la memoria fué el ver un domingo muy típico de la ciudad, que les explico más abajo.
Cientos de personas en torno a tres cocinas flotantes que venden sandwiches de pescado a la parrilla (4 liras c/u) cocinados al punto. Degustando encurtidos preparados al momento en los puestos ambulantes y finalizando con rosquillas recién hechas, aún borboteando en el aceite caliente en el que fueron fritas. Hombres de negocios, padres de familia, jóvenes y ancianos, mujeres y niños compartiendo algo tan viejo como la humanidad: Una comida.
GRAN BAZAR
Cerámicas, lámparas, joyería, tapetes, disfrazes y un largo etc, etc. ¿No hablás inglés? no importa, hasta el idioma más impensable es hablado en esta torre de Babel que es el Gran Bazar. ¿No me creen? encontré dos chicos que hablaban perfecto español mexicano, con modismos y todo.
Si te gusta el regateo, considera un único y solo consejo: Diviértete.
Los comerciantes turcos adoran el juego del regateo y por cuanto te pueda parecer a veces un poco tonto, es algo de tomar en serio y de respetar cuando de comprar se trata. Claro, puedes siempre preguntar el precio, aceptarlo, pagar e irte tranquilamente con tu producto, pero entonces ¿Dónde está la diversión?. Tómate tu tiempo, se cortés y sobre todo, ten en cuenta de que si haces una oferta es de muy mala educación el retirarla si el comerciante la acepta. Yo daría un brazo con tal de ver a mi suegra regateandoen el Gran Bazar.
BAZAR DE ESPECIAS
Yerbabuena, canela, azafrán y un largo etc. aunado al infaltable olor del Kebap y del tabaco que sale del Narghilé te acompañan mientras te encuentras cara a cara con los mejores chefs de la ciudad que se abastecen en este mercado. No digo más. Las fotos hablan por si solas y mi paladar añora el dulce sabor de los Lokum (delicias turcas).
DE COSTUMBRES
Si hay algo que los turcos saben hacer es relajarse. Fuera iPod, laptops y celulares. Es momento del Keyif. Observa las personas sentadas en las bancas del parque, afuera de cualquier negocio o en el portal de casa: Están todas gozando el sol, disfrutando de los últimos minutos de luz mientras ven el pasar de turistas que caminan a tropezones, empujan, corren. Una de las cosas que más me gustaron era ver como a pesar de ser una ciudad, los locales se tomaban el tiempo para vivir sin prisas, quizás jugando backgammon o simplemente conversando.
Sentémonos en los cojines a ras del suelo en un Jardín de té y pidamos uno turco o a la manzana. Continuemos con el aprendizaje del Keyif y ordenemos un Narghilé (pipa de agua), aún cuando no fumen vale la pena el probarlo al menos una vez, sentir la voluptuosidad del tabaco perfumado a la manzana que impregna la boca. Terminemos el momento con una partida de Backgammon y encaminemos nuestros pasos a un Hamam(baño turco) donde nos dejaremos consentir por algunas horas con masajes y disfrutaremos del vapor tanto tiempo cuanto queramos.
Y bueno, para finalizar les podemos decir que hemos comido delicioso, yo especialmente no podía evitar “sentirme en México” cuando caminando por las calles me llegaba el olor de tomate y orégano o cuando veía los grandes asadores con carne lista para kebap (me recordaban a los trompos para los tacos al pastor). si quieren saber que comimos, pinchen en la foto de abajo.
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