Chitwan, Nepal
Nos despertamos emocionados con la idea de que en unas horas estaremos en Chitwan. Nos vestimos apresuradamente y bajamos a tomar el desayuno. Martin como siempre nos recibe con su inigualable sonrisa y contento él también porque en unas horas estará abrazando a su familia.
Subimos los tres a la minivan y dejamos Bakhtapur. Nos detenemos luego de unos minutos en una farmacia, una especie de negocio pequeño como una cápsula que hace las veces de venta de medicinas, consultas y demás. Al lado hay un local para la recolección de medicinas. Martin salta de la minivan y regresa con mis pastillas de ibuprofeno, al menos esas no me faltarán en el caso la pierna me falle.
Parece que nunca saldremos del distrito de Kathmandu, las carretera es ancha con varios carriles pero el modo de manejar es el mismo: Caos total. Finalmente dejamos atrás la ciudad y comenzamos a ver arrozales y montañas, pueblitos y gente esperando autobuses en la carretera. Luego de lo que a mi me parecieron varias horas se comienza a ver el río Trisuli. En ese río teníamos la opción de hacer rafting, opción que descartamos por no estar preparados con una buena bolsa para la cámara (la idea de dejarla en la minivan nunca se me pasó por la cabeza). En todo caso, Martin le pide al chofer se detenga pero declina cuando este lo hace cerca de unas esas casas que están por la carretera y donde los que viven ahí al no contar con baños hacen sus necesidades donde se les ocurre, dejando un reguero de “desperdicios” por todos lados.
Continuamos, finalmente el chofer y Martin encuentran un buen lugar donde además hay un puente y nos hacen bajar de la minivan y atravesar la carretera (angosta pero que me da un terror cruzarla de todos modos). El espectáculo que nos espera en el puente desde donde se aprecia el río vale la pena todo el viaje de casi 5 horas.
Chitwan
Llegando al hotel nos damos cuenta enseguida del lamentable aspecto de este, pero no queda de otra que pasar el trago amargo y aceptarlo. Hemos venido por las excursiones, el aspecto del hotel se deja en segundo plano. En el transcurso de nuestra estadía nos damos cuenta de que el aspecto exterior es deplorable en todos los hoteles, en realidad nuestra habitación es siempre limpia, con toallas cambiadas cada día y luz solar que funciona siempre. El baño es espacioso y con una buena ducha, las camas (separadas) son confortables de acuerdo a los estándares nepaleses, las camas cuentan con mosquiteros, sábanas impecables y hay también aire acondicionado.
El clima es húmedo y caliente, se siente que estás en la jungla y la gente es cordial y disponible. Las calles del pueblo (Sauraha) no están pavimentadas y el pueblo en si es pobre, pero la sensación de bienvenida se siente por doquier.
Estamos en Chitwan y nos sentimos contentos. Mahouts con sus elefantes, motocicletas, niños corriendo, gallinas, patos, perros, turistas, mugidos de vacas, bicicletas y gente del lugar se mezclan por las calles polvorientas, es un verdadero espectáculo que te hace sentir de estar en un lugar único en la tierra.
Dejamos las maletas en la habitación y nos reunimos con Martin nuevamente quien nos lleva a su casa paterna y es ahí donde podemos conocer un poco sobre los usos y costumbres de los locales.
Como les comentaba antes, estamos en pleno Festival de Tihar y toca la fiesta donde los hermanos y hermanas se bendicen unos a otros con donos y Tikas, por esta razón todo mundo está ocupado con los preparativos (con todo mundo me refiero a las mujeres).
Las niñas hacen guirlandas de flores con las cuales honorarán a los hombres y las mujeres adultas preparan una especia de rosquillas fritas de harina de arroz. La preparación de dichas rosquillas es fascinante, la masa es bastante líquida por lo que no se les da forma como normalmente se haría con las doughnuts sino que se toma un poco de masa con las manos y, haciendo las veces de cono, se deja caer directamente en el aceite caliente.
Damos un paseo por el pueblito en compañía de un grupo de niños, luego nos reparamos del sol nuevamente en la casa de Martin y comemos las rosquillas, manzanas y algunas bananas para regresar después al hotel donde nos espera nuestra primera actividad.
Excursión en Jeep
La pequeña excursión no nos dejó impresionados, el camino es un camino cualquiera donde además encuentras motos, bicicletas y demás vehículos. Lo único lindo fué ver el hermoso lago donde nos detuvimos a tomar fotos y a identificar algunos pájaros. Si, vimos pájaros (el guía llevaba un buen binocular), algunos ciervos y dos o tres monos. El guía era bastante silencioso si no para hablar sobre los pájaros (con buena razón) pero admiramos su vista de águila y el excelente oído para identificar los mismos.
Regresamos al hotel para darnos una buena ducha con la cual quitarnos el sudor y la mugre que se nos han pegado al cuerpo, luego bajamos a tomar nuestra cena al restaurante. El segundo impacto con la comida en dicho hotel no fué mejor que el primero que tuvimos cuando tomamos el almuerzo apenas llegando. Que mal cocinan!, todo es frío y parece hecho de días antes, las verduras son grasosas y las salsas tienen un aspecto repugnante. La limpieza del restaurante es inexistente, los cojines de las sillas ya no tienen ni color de tanta mugre pegada y los manteles tienen manchas de al menos tres meses. Comparando con nuestro hotelito en Bhaktapur, este nos choca a más no poder, pero seguimos con el mantra: Se viene aquí por las excursiones.
Safari en Elefante
Se tienen sentimientos encontrados escogiendo esta actividad. Por un lado se disfruta muchísimo el estar tan cerca de estos maravillosos animales, tocarlos y poder estar sobre ellos mientras se internan en la jungla donde los jeeps o las excursiones a pié no pueden. En la contraparte, está el hecho de que sus mahouts usan la vara cada vez que el pobre animal no sigue sus indicaciones, lo que hace preguntarte si tu, con tu deseo de hacer esta excursión no estás contribuyendo al maltrato de los elefantes. Durante días (incluso ya estando en Nepal) me seguí debatiendo entre hacerla o no, obviamente al final venció el si y si bien la disfruté, les puedo asegurar que se queda uno con un sabor un poco amargo en boca. Si visitan Chitwan y tienen las mismas dudas que yo, pueden ver este artículo, tal vez los ayude un poco a comprender el significado e impacto que tiene esta actividad en los locales.
Por mucho tiempo he pensado en quitar las fotos de esta actividad, no sé, me da vergüenza cada vez que comparto el link de este post a alguien y me doy cuenta de cuanto hice mal al haber participado en esto. Cada vez que recuerdo esa parte del viaje no me invade la misma emoción que siento cuando recuerdo por ejemplo el safari a pie, al contrario, siento tristeza y me hace estar mal. Pero a lo hecho, pecho. Así que no voy a quitar las fotos pero si voy a decirles que aún a distancia de años, esto me sigue doliendo y dejarlas es solo un recordatorio para no volver a ser tan tonta y hacer algo que yo sabía al 100% que estaba mal.
El safari comienza cuando te llevan en un jeep del hotel al lugar donde están los elefantes. Nosotros éramos un grupo grande y luego de que “estacionan” a los elefantes cerca de unas plataformas el grupo grande se divide en grupos pequeños de 4 personas. Nuestro grupo eran obviamente Max y yo más dos turistas alemanas. Se comienza casi siempre junto con los otros grupos pero luego de un rato los mahouts dirigen sus elefantes por sendas diferentes y te ves fuera del camino tratando de esquivar las ramas de los árboles para que no te golpeén la cara y las piernas.
El Safari en elefante no nos regaló lo que realmente queríamos: Ver los rinocerontes de cerca. Max en sus dos viajes de safari en Africa no había podido ver estos animales (llamenlo Ley de Murphy) y estaba emocionado pensando que aqui los habría podido ver ya que son sus animales favoritos, desafortunadamente estos brillaron por su ausencia y vimos -de nuevo- solo pájaros, monos y ciervos, eso si, muy de cerca porque parace ser que los elefantes cubren muy bien el olor de los humanos.
Terminando el safari y mientras esperábamos a los demás del grupo Max se entretuvo sacándome fotos a mi y a los elefantes con sus mahouts, hay una que particularmente me gusta porque está el chico tomando una descanso en una especie de cama mientras su elefante se entretiene tirándose hierba en la cabeza y dándole “trompadas” al chico de vez en cuando.
Sobre el baño con los elefantes
Yo estaba lista para tomar el baño con los elefantes. Lo juro. Llevaba mis shorts, mis sandalias y estaba más que lista a unirme a la diversión, pero una vez que llegamos al lugar y vi la aglomeración de turistas que esperaban turno para dicha actividad me dí cuenta de cuanto falso es todo. Los elefantes no estaban disfrutando su baño como cabe esperar, en lugar de ello tenían que responder a los comandos de tirar agua con la probóscide, girarse sobre si mismos, etc. Aquí no se trataba del espectáculo natural que yo (tontamente) me había imaginado sino de -una vez más- un show montado para diversión de nosotros los turistas. Al final decliné el tomar parte y nos regresamos al hotel, pensando cuanto había aprendido en este viaje y cuan equivocada estaba en tantas cosas.
Trekking en la jungla
De todas las actividades realizadas en Chitwan esta fué sin duda la que más disfrutamos y la que por todos los medios traté de evitar. No era la caminada de casi cuatro horas que hay que hacer, ni el calor húmedo insoportable que no te deja casi respirar, no era siquiera la perspectiva de quien sabe que insectos se te pueden pegar. Era el miedo de encontrarme cara a cara con algún animal salvaje lo que me detenía antes de que inevitablemente mi alma de exploradora (como no!) cediera al miedo y dejara paso a la excitación por la aventura que nos esperaba.
Van a perdonar la calidad de algunas fotos, pero no es fácil cuando se cuenta solo con un tele medio cutre y una serie de eventos que te tiene la adrenalina al 100% mientras tratas de hacer tu mejor toma. En todo caso pienso que Max hizo un excelente trabajo ya que fué él quien se encargó de tomar todas las fotos (yo estaba muy ocupada tratando de no desmayarme en plena jungla).
Salimos del hotel y caminamos por unos 15 minutos hasta llegar a la riva del río donde cambiamos las botas por unas sandalias y nos arremangamos los pantalones hasta la rodilla para atravesarlo las 11 personas y 2 guías del grupo. Ya del otro lado nos pusimos de nuevo las botas y entramos en el parque, antes de hacerlo, el guía nos puso en círculo y nos explicó lo que todo los guías explican: Como actuar en el caso de un enfrentamiento con un animal salvaje.
Rinoceronte a la carga: Correr y treparse al árbol más cercano o correr en zigzag y aventar la mochila con la cámara o algo de ropa (la pashmina, la camiseta, etc.). Si de plano la perspectiva de trepar un árbol con 20 kilos de sobrepeso no es muy alentadora y la idea de un striptease aventando la camisa o dejando tu equipo fotográfico en la jungla de Chitwan tampoco es una opción, queda la última posibilidad: Esconderse detrás de un árbol y no hacerse la pipí en los pantalones mientras varias toneladas de rinoceronte embisten con vigor dicho árbol.
Oso Perezoso encabronado: No separarse del grupo, estar apretujados todos juntos mientras se cantan salmos y odas al oso en un intento de parecer más grandes y temerosos de lo que somos (y tal vez más estúpidos). El guía nos dijo de gritar, cantar, etc. tratando de espantar al pobre oso que seguramente en su vida habrá visto seres más tontos.
Tigre de Bengala: No correr. Caminar retrocediendo mientras se mantiene el contacto visual con el animal y esperar a que el guía con su minúsculo bastón haga escapar al gatito. En mi caso tratar de mantener cerrado el esfínter, gracias.
Elefante salvaje: Rezar a todos los dioses hindúes, cristianos, budistas y de cualquier religión conocida al mundo. Luego correr tanto como tu condición física y tu adrenalina te lo permitan.
Luego de tan informativa explicación nos adentramos ahora si en el parque. Caminamos mucho abriéndonos paso entre la vegetación salvaje. Vimos varios ciervos, insectos y pájaros, luego de casi media hora caminando el guía que iba adelante nos hizo detener y guardar silencio lo más que pudiéramos (incluso al caminar), luego, lentamente nos señaló hacia un pantano donde dos rinocerontes tomaban pacíficamente un baño sumergidos casi completamente en el agua.
No les puedo describir la mezcla de fascinación y temor que ver estos animales en su hábitat natural provoca. Es una sensación única de miedo y respeto. Sabes que eres tu quien está fuera de lugar, sabes que es cuestión de segundos para que la fortuna se gire y quizás tu vida cambie, sin embargo…no puedes evitar el estar feliz por estar ahí. Aún ahora, con mayor razón, no puedo entender como alguna gente se droga. Esto de la excursión es un millón de veces mejor.
Seguimos dando vueltas en el parque, digo dar vueltas porque no creo que se interne uno mucho ya que la perspectiva del viaje de regreso no es muy alentadora, por ello creo que los que los guías hacen es girar por las zonas que conocen mientras tu tienes la sensación de que te internas al mismo corazón de la jungla. Más pájaros, ciervos y monos. Luego de casi dos horas vemos un oso y yo nuevamente trato de no hacerme pipí en los pantalones, sobre todo porque a mi me pareció que el oso era muy pequeño y tuve miedo que se tratara de un cachorro y mamá osa se estuviera afilando las garras detrás de algún árbol cercano.
Mis pantalones están ya casi secos de la mojada del río, de repente siento un picor (como de un mosquito) en la pierna derecha, alzo el pantalón y con horror descubro que traigo una sanguijuela pegada. Trato de no gritar mientras le digo al guía lo que me pasa, él con toda la naturalidad del mundo me la quita con los dedos y me hace alzarme la otra pierna del pantalón para ver si traigo más. Dos más. A este punto yo trato de aguantarme las ganas de vomitar (las sanguijuelas me dan MUCHO asco!).
Regresamos al pantano y nos encontramos nuevamente con nuestros amigos los rinocerontes, esta vez fuera del agua y podemos ver con maravilla lo grande y hermosos que son. Después de algunos minutos de clicks y flashes (vivan las point-and-shot!) los rinos nos escuchan y salen disparados del agua para internarse en la vegetación. De ahí en adelante, pienso que a menos que no nos encontremos con un tigre las emociones se han terminado. Cuan equivocada estaba.
Seguimos caminando, esta vez el calor es de verdad pesado. Traigo la camisa como si me hubiera caído al río y dos o tres sanguijuelas más hacen acto de presencia. A este punto decido ignorarlas, pienso que el festín de mexicano que se están dando es algo raro en sus vidas y las dejo disfrutar lo más que puedo.
La cosa es que ha comenzado a oscurecer y yo me siento de verdad dentro pero MUY dentro de la jungla. No tengo idea donde estamos y comienzo a sentir miedo…¿Y si se nos hace noche aquí dentro? Sé que los guías son expertos, pero los animales son animales y nosotros somos solo extraños jugando a los exploradores con nuestras botas de trekking, nuestros gorritos de lona y nuestros cámaras de última generación. Me siento ridícula e inconsciente.
Mis temores comienzan a tomar más vida cuando escuchamos una especie de truenos ¿saben? como cuando está por llover, luego unos gemidos aquí y allá, sonidos extraños que no alcanzamos a identificar. Los guías comienzan a hablar entre ellos y luego nos dicen que son Rinos, otra vez rinos!
A este punto yo lo único que quiero es salir patas corriendo. La perspectiva de encontrarme cara a cara con un rinoceronte en un lugar donde los únicos árboles son una especie de ramas saliendo del lodo y del grosor de un brazo de adulto me tiene con el estómago hecho un nudo. El sol ya casi no se ve. Es tarde. TARDE! Los animales adoran la oscuridad, sobre todo los tigres y los osos.
Vemos un grupo grande de monos que escapan apenas nos escuchan. Luego, música para mis oídos: El río! Por fin el río y el sol! otra vez el sol. Después de todo, no era tan tarde, era solo la sensación y la vegetación de la jungla lo que me hacía creer que era casi el anochecer. Nos calzamos nuevamente las sandalias y al quitarme las botas de nuevo noto sanguijuelas entre los dedos. ¿Cómo han logrado traspasar el pantalón, las gruesas calcetas y romper la barrera de las botas? Misterio.
Atravesamos el río por segunda vez y en sandalias nos vamos caminando al hotel. Esta ha sido la aventura más emocionante y bella que nos regaló Chitwan.
Conociendo la cultura Tharu
Con toda honestidad esta fué la actividad que menos me gustó pero en la que felizmente participé porque vale la pena solo por el hecho de saber que al menos estás ayudando con tu dinero en algo. A decir verdad todo lo que te gastas en Chitwan un porcentaje termina en programas para los locales (como estudio, alimentación, etc.), desde el hospedaje del hotel hasta cosas menores como compras en los establecimientos de souvenirs.
Paseo en Canoa por el río Rapti
6:00am Se parte a una excursión en canoa. El pueblo está lleno de niebla y no te puedes esperar de menos en el río. Unos hombres salen de su casa y comienzan a preparar una canoa donde acomodan una especie de sillas al ras del suelo de la misma. Incómodas a más no poder pero más locales no pueden ser. No hay una sola alma humana despierta aparte del grupo, el guía y los que manejan la canoa. Todo es paz y tranquilidad. Escuchas cada uno de los cantos de los pájaros.
Comenzamos a deslizarnos por las tranquilas aguas del río, visualizando aquí y allá pájaros y algunos ciervos que se acercan a beber. De repente “algo” sobresale del agua.
El guía nos dice que es un cocodrilo pero yo veo solamente algo como unas piedritas fuera del agua. El chico acerca peligrosamente la canoa a las “piedras”, de repente un chapoteo enorme y unos gritos (los nuestros) rompen la tranquilidad del lugar. Un cocodrilo de unos 3-4 metros emerge y se gira hacia nosotros comenzando a nadar lentamente. Yo siento que el corazón se me detiene. La frágil y sobre cargada canoa es una especia de broma para un animal de ese tamaño.
Siento que una vez más estamos retando a la suerte y me digo que quizás lo mío sea una crisis de los cuarenta, ya saben, lo que me hace andar en busca de estas aventuras de turista por países como Nepal cuando podría tranquilamente pasearme por las calles de París o Praga.
Nos alejamos del cocodrilo quien a su vez se ha sumergido en el agua nuevamente. Continuamos con el paseo que dura aproximadamente una hora, la neblina se comienza a disipar al momento que desembarcamos y regresamos al hotel para gustarnos un desayuno con tanto té para tranquilizar los nervios.
Visita a un centro de cría de elefantes
¿Se imaginan algo más dulce y gratificante que el estar cerca de un bebé elefante? Quizás solo estar cerca de otro cachorro, cualquiera que este sea, los humanos estamos condicionados para sentir ternura por todo lo que sea “pequeño”, pero cuidado, el que sea un bebé un elefante no quiere decir que no te pueda hacer daño con su muy pesado cuerpo.
Tulashi Kali es una bebé elefante de seis meses de edad. Su nombre significa “albahaca” y es hija de Raj Kali quien tiene casi cuarenta años y de un elefante salvaje. Tulashi está encadenada (como todos los elefantes destinados al turismo en Chitwan) y es juguetona y un poco testaruda, pero se dejó acariciar, besar y apapachar todo lo que quise. Gopal (nuestro guía) nos llevó a ese centro a una hora en la que no hay entrada a los turistas luego de que me quejé de cuanto turisteado estaba todo. Cuando llegamos estaban haciendo los momos (con hojas, arroz y -algunas veces- frutas) que preparan especialmente para los elefantes, como una especie de premios para el entrenamiento de los mismos.
Aparte de Tulashi y su madre había otros elefantes, pero obviamente nuestras atenciones se dirigieron exclusivamente a Tulashi, quien nos seguía como un perrito faldero por todo el centro (al menos lo que sus cadenas le permitían). No les voy a negar que ver los elefantes encadenados, sobre todo a la cachorra, hace que se te parta el corazón y yo personalmente sigo pensando en la elefantita y la vida que le espera.
Nos despedimos de Tulashi, en mi caso deseándole una vida lo más feliz posible, no sé cuanto realidad se pueda hacer mi deseo pero de algo estoy segura: Tulashi, así como tantos otros elefantes se quedan cada día con un pedacito del corazón de quien los conoce.
Atardeceres y amaneceres en Chitwan
Una de las cosas más bonitas que tiene Chitwan es el poder disfrutar de sus salidas y puestas de sol. Son románticas, hermosas y llenas de colores. De todas las fotos que tomamos me quedo con esas donde el sol está a punto de ocultarse o aquellas por las mañanas cuando el pasto está aún mojado por el rocío. Nuestra actividad favorita por la tarde era el irnos a pasear a la orilla del río hasta que el sol caía, ver la gente que regresaba en bicicleta a casa o los mahouts con sus elefantes camino al hogar luego de una larga jornada.

Aún ahora me entra la nostalgia por esas horas observando la vida en Chitwan, además fué en una de esas veces que fuimos a ver ponerse el sol cuando de regreso pasamos por el cuartel militar y vimos que tenían un rinoceronte bebé ahí dentro! nos emocionamos mucho porque se podía ver perfectamente desde afuera como le daban de comer, lo acariciaban y jugaban con él, desafortunadamente no pudimos tomar fotos porque por todo el alambrado del lugar había carteles que lo prohibian. Apenas lo vimo le preguntamos a Gopal sobre esto y nos comentó que era un bebé rino que habían encontrado medio moribundo luego de ser atacado por un tigre (entonces hay tigres!), los militares lo salvaron y lo recuperaron en los cuarteles, aunque no nos supo decir que fin tendría el animalito porque obviamente no lo podían tener para siempre ahí.
Hoy es nuestra última noche en Chitwan, nos queda un poco de mal sabor cuando comprobamos que si no lo pedimos nosotros, no nos hubieran llevado a la última actividad (el bird watching), no es que seamos particularmente atraídos por ello pero de nuevo noto que nos han querido turistear y aprovecharse de nosotros. En todo caso preguntamos y luego de una mirada sorprendida del guía nos informa que si, que si queremos podemos ir mañana por la mañana, así que aceptamos y luego de otra horrible cena (que mal que cocinan por dios!) nos vamos a la cama temprano.
Bird Watching y último día en Chitwan
A las seis y media en punto bajamos y nuestro guía está ya esperándonos. Salimos del hotel y comenzamos ahí mismo, por la calle, el famoso bird watching. En toda honestidad no es exactamente lo que esperábamos pero cuando vemos que el guía tuerce en la calle y se adentra en un caminito donde luego de tres minutos caminando estamos ya dentro la jungla, nuestras reservas de disipan. Llegamos hasta otro centro de elefantes donde ya a esa hora hay mucho ajetreo de trabajo, algunos dan de comer a los animales, otros limpian lo “establos”, otros más preparan los momos, etc.
El paisaje es bellísimo, todo verde con la luz tenue del amanecer que se empieza a perfilar, el pasto es húmedo y se escuchan cantos de pájaros y grillos por doquier. Continuamos a caminar mientras nos detenemos aquí y allá para ver con el binocular los pájaros que nos señala el guía, de repente vemos a lo lejos un grupo de elefantes con sus mahouts que regresan de la jungla luego de recolectar la hierba para la comida del día. Es un espectáculo fabuloso y me regaló una de las fotos que más me gustaron de todo el viaje (la que está al inicio de esta página).
Regresamos al hotel para ducharnos, preparar maletas y partir de regreso a Bhaktapur. Dos caras largas entristecidas dicen adiós (por ahora) al hermoso Chitwan con sus elefantes, sus pájaros, sus ciervos, sus hermosos rinocerontes, sus jugetones monos, sus temibles osos y el invisible tigre de bengala. Adiós Chitwan, adiós albahaquita, adiós gente linda que nunca nos negaron una sonrisa, volveremos. Es una promesa.