Beijing, China
Y llegamos a nuestra meta final en China. Beijing me pareció encantadora con sus enormes y limpias calles, policías en cada esquina y gente que a pesar de ser “de ciudad” no dejaba de ser hospitalaria y cordial. Visitar la Ciudad Prohibida y la Gran Muralla son dos de las metas principales en esta ciudad. Durante el día visitábamos los lugares deseados (la Ciudad Prohibida, Plaza Tianmen, El Templo del Cielo, el Templo de Confucio, los Hutong, El mercado de las perlas, el mercado de la seda , Torre de la campana, Torre del Tambor, etc.) y por las noches salíamos a explorar los mercados nocturnos. En Beijing no hay tiempo para el aburrimiento.
Para comer aquí no tuvimos muchos problemas porque nuestro hotel se encontraba muy cerca de un centro comercial y ahí encontrábamos de todo, desde restaurantes de cadena con comida típica hasta los de comida occidental como MacDonald’s, Pizza Hut, Starbucks, etc. Había una panadería de la que no recuerdo el nombre a la que siempre íbamos para desayunar porque hacía unos capuchinos enormes y buenísimos (lo dice incluso Max), además de pan dulce recién horneado que era delicioso.
La Ciudad Prohibida
El hotel en que nos quedamos fue una recomendación de unos amigos que habían estado ahí cinco años atrás, lo que más nos gustó de dicho hotel fue la posición, apenas a unos pasos de la Ciudad Prohibida, así que no hubo pierde, apenas tomamos nuestro desayuno nos encaminamos hacia dicho lugar para empezar la visita.
Comienzo con decirles que lo primero que voy y hago es equivocarme y comprar los boletos para la Puerta de Tiananmen en lugar de la entrada a la Ciudad Prohibida, así que no me queda otra que apechugar que me he equivocado (lo bueno es que costaban poco, algo así como 3€ por los dos). Compramos los boletos justos y nos ponemos en fila para entrar. A esa hora (las 9am) ya hay mucha gente y como hemos estado viendo desde que chegamos a China, en su mayoría son turistas asiáticos y los occidentales brillan por su ausencia.
Lo primero que me impresiona es la inmensidad del lugar, es que en serio, esto es muy grande y que bueno porque no logro imaginar como sería en un espacio más pequeño con tremenda cantidad de gente. Llevamos una audio-guía, así que la echamos a andar y nos podemos a escuchar toda la explicación de introducción.
Punto por punto nuestra guía hace su papel de sumergirnos en la atmósfera de este lugar. Nos parecen escuchar las voces de quienes vivían ahí, el trajinar de los sirvientes del Emperador, la algarabía de las fastuosas celebraciones, todo ello nos hace erizar la piel al darnos cuenta de la antigüedad del lugar.
La cantidad de pabellones que vimos y las descripciones se me confunden en la mente, pero los detalles de la arquitectura y las sensaciones percibidas mientras caminábamos por ese lugar milenario aún están frescos y basta que cierre los ojos para recordarlas vídidamente. Caminamos tanto que aún recuerdo también el dolor de pies y es que para recorrer la Ciudad Prohibida se necesita un día entero y muchas ganas de caminar. La audio-guía los lleva a cada rincón, les cuenta cada leyenda y de verdad los hace sentir parte de ese lugar, le recomendamos de no dejar de hacerse de una, pienso que sin ella la visita es menos significativa.
Ostentosa y fascinante, la Ciudad Prohibida nos roba miradas para todas partes; imposible no notar los hermosos techos amarillos, de tan intenso el color que parecen dorados, un color que por cierto era muy usado en los tejados imperiales porque era de buen auspicio. Las decoraciones de las estatuillas se usaban no solo como motivos decorativos sino también para equilibrar el peso con el resto del tejado (esto nos lo habían explicado en Pingyao).
Dentro de la Ciudad Prohibida vimos también que ofrecían disfraces para tomarse la foto, a nosotros nos da pena por supuesto, pero nos divertimos mirando a los demás turistas como se vestían y se ponían en pose para la foto, incluso una familia completa con padre, madre, hijos y hasta abuela que se veía lo estaban pasando bomba con sus disfraces.
No les voy a escribir las cosas importantes que hay para ver dentro de la Ciudad Prohibida (se estima que hay más de ¡8700 habitaciones!), pero una de las cosas que más me gustaron fue la sala de los relojes. Esta colección cuenta con más de mil relojes mecánicos maravillosos, no solo chinos sino también extranjeras (Europa, Japón, USA) que fueron hechos entre los siglos XVIII y XIX. Me parecía estar de regreso en el tiempo y Max tuvo que sacarme arrastras prácticamente porque yo no quería salir de ahí.
Dejamos la Ciudad Prohibida ya cuando el sol estaba cayendo, seguramente si nos lo hubieran permitido nos quedábamos ahí mismo a dormir. La Ciudad Prohibida es seguramente un lugar imperdible si visitan Beijing, mi recomendación es que lo hagan con calma y disfruten del momento, aún cuando la cantidad de gente visitando el lugar a veces exaspera un poco, pero se darán cuenta también que si buscan, encontrarán algún pequeño rincón donde puedan descansar tranquilamente, tanto es grande la zona.
Templo del Cielo y parque Tiantan Gongyuan
Max y yo aún después de años recordamos este lugar con mucho cariño. Llegamos temprano por la mañana y como hemos visto en otros jardines, a esa hora el parque estaba siendo visitado principalmente por locales que hacían Tai-chi, paseaban o hasta bailaban en los diferentes corredores del lugar. Como siempre, el lugar estaba impecable gracias al personal de limpieza que con sus carritos y sus particulares escobas se encargaba de recoger las hojas secas (siendo pleno otoño, ya se imaginarán).
Nos encanta este jardín, amplio y vestido de otoño. Personalmente soy una enamorada perdida de los parques y jardines y en cada ciudad que voy trato de visitar al menos uno, aún cuando no esté en las guías turísticas. Me gusta el ambiente que se percibe de paz, esto junto a los templos (que le encantan a Max) son la perfecta combinación para pasar un medio día en una ciudad nueva.
El Templo del Cielo, que se encuentra al interno del parque es en realidad un conjunto de edificios que se construyeron para dar gracias al cielo por las siembras de primavera y las cosechas de otoño. Ese hermoso templo con su triple techo decorado con tejas azules es parte del Patrimonio de la Humanidad desde 1998 y es uno de los edificios más significativos y visitados de Pekín. Nosotros aconsejamos de visitarlo temprano por la mañana y ¿Por qué no? unirse a algún grupo de locales en el parque para hacer un poco de Tai-chi, verán que la experiencia les dejará un gratísimo recuerdo.
Los Hutongs
Si quieren una probadita del antiguo Beijing no hay nada mejor que ir a los Hutongs. Estas antiguas casas en las que vivían las clases populares hoy en día están casi a punto de extinguirse a causa de la modernización para dar paso a nuevas zonas residenciales y comerciales. A inicio de este siglo había muchas más de estas callejuelas y viviendas (se dice unas 4,500), pero con los Juegos Olímpicos del 2008 el gobierno arrasó con una gran parte de ellos como parte de la renovación y “embellecimiento” de la ciudad.
Nosotros literalmente nos perdimos visitando algunos cuando andábamos buscando la Torre del Tambor, pero como pueden ver, valió la pena porque pudimos recorrerlos tranquilamente. Cabe destacar que nosotros nos sentimos completamente seguros mientras caminábamos por esas calles antiguas y si volviéramos a ir a Pekín seguramente visitaríamos nuevamente esos barrios, claro, si no es que para entonces ya no queda uno solo en pie.
Templo de Confucio
Si pensaban que a esta hora, luego de casi un mes visitando China, ya estaríamos hartos de templos, siento decirles que están equivocados :). Si bien en algún momento llegan a cansar un poco, la verdad es que también son como un imán y nos atraen mucho. Será la tranquilidad que se respira en ellos, la historia que los envuelve o incluso la arquitectura, lo cierto es que nunca nos hemos arrepentido de visitar uno, no importa de la religión que sea.
Una bonita puerta de entrada con un estilo tradicional muy propio de ella, nos recibe junto con la estatua de Confucio. El gran patio con árboles centenarios nos recuerda una vez más porque estamos ahí. Amamos el lugar no apenas ponemos pie en el.
Por el nombre rimbombante quizás muchos se esperan que el Templo de Confucio sea un lugar imponente, pero la verdad es que el lugar es discretamente pequeño y sus pabellones no son tan ostentosos como los de otros templos. Aún y eso, en nuestra opinión una visita vale la pena, quizás no para pasar largar horas pero si para una visitadita de una hora que los dejará con un bonito recuerdo.
El interior es sencillo, de una austeridad que corresponde a las costumbres pregonadas por el filósofo. Encontraremos además 190 piedras grabadas (estelas) que cuentan la vida y enseñanzas de varios filósofos y pensadores, así como aspectos importantes en la historia de China.
Yonghegong Street
No entramos al Templo de los Lamas porque llegando a la grande puerta nos dimos cuenta que no obstante como su nombre indica (Yong He Gong), de paz y tranquilidad no íbamos a encontrar nada ya que se veía una aglomeración terrible y el ruido -solo en la entrada- nos intimidó un poco. Vimos solo por fuera que la edificación es inmensa y que seguramente vale la pena una visita, pero para nosotros ya sería en otra ocasión.
Caminamos por fuera del templo lama y nos detuvimos a curiosear en varios puestitos donde compramos souvenirs, yo por supuesto me hice de varios rosarios budistas porque me encantan y una vez que hicimos nuestras compritas con de verdad pocos euros, pasamos la hermosa puerta para internarnos en la famosa calle.
Ver las calles adornadas con todas esas linternas rojas, el constante ir y venir de turistas y locales nos hace entender lo turístico del lugar, pero no obstante esto nos gusta mucho porque es imposible resistirse al encanto chino, por muy prefabricado que sea. Aquí en esta calle encontré un negocio de sombrillas de papel que me dejó con la boca abierta de lo bonito que era, además, encontré también un localito donde me surtí de props para mis fotos y gastando solamente 20€ en total!
La Torre del Tambor y de la Campana
Habíamos leído de visitar este lugar en la guía Lonely Planet y como estábamos en la zona de (la de hutongs) no quisimos perdérnosla. Estos dos edificios son vestigios de la vida antigua de Pekín indicando el paso del tiempo desde tiempos incluso antes de Cristo. El repicar de la campana anunciaba el amanecer, avisando a los habitantes de la ciudad que era hora de comenzar el día y con ello las labores correspondientes, mientras que el rataplán del tambor anunciaba el anochecer y con ello la hora de descansar. Con el transcurso de los años, ambos objetos se usaban para marcar el paso de las horas durante el día.
Las dos torres (una de frente a la otra) son altas de casi 50mt; en la torre de la campana encontraremos una campana enorme de bronce que pesa alrededor ¡de 60 toneladas y de la que su sonido puede llegar a una distancia de más de 20km a la redonda aunque hoy en día esta campana está en reposo. En la torre del tambor encontraremos 25 tambores antiguos que sin embargo se siguen utilizando hasta el día de hoy cuando cuatro veces al día los tocan durante un cuarto de hora.
La Gran Muralla
¿Qué les puedo decir de este lugar que no hayan leído ya en otra parte? Nada en realidad porque como ya sabrán, esta es una meta imperdible si se va a Beijing e incluso hay quienes van a la gran ciudad solo para tomar un tour para la Gran Muralla. Bueno, comienzo a decirles que nosotros la visitamos en otoño y no pudimos haber tenido mejor tino; la luz del día en esas fechas es suave y sugestiva, mientras que en verano puede llegar a ser cegadora de tanto brillante que es y en invierno, bueno, sabemos que a veces en invierno los cielos grises están a la orden del día y raramente encontraremos uno azul y claro. En fin, que en otoño (o a finales de primavera) no solo el cielo es hermoso sino que el clima también.
Comenzamos a visitar la Muralla con calma, cuando apenas si había unos dos autobuses turísticos en el estacionamiento (créanme, en China eso es poco), lo que nos dio bastante ánimos porque si alguna vez han estado en China y han visto como se llenan los lugares turísticos de guías con sus megáfonos entenderán porque pensamos que al menos en esa ocasión estaríamos un poco más tranquilos. El clima era perfecto, hacía un poco de viento pero nada que no se soportara con una chaqueta ligera, además el calor del sol ayudaba, que no quiero imaginar eso en verano.
Desde el estacionamiento tomamos el teleférico que nos dejó hasta arriba donde está la muralla, de ahí nos dispusimos a caminar, caminar y caminar admirando lo hermoso del paisaje. La Muralla serpentea las montañas en un sube y baja constante, los árboles teñidos de naranjas, amarillos, ocres y todos los colores del otoño dan, junto al cielo azul límpido, un espectáculo tan hermoso que solo de recordarlo siento nostalgia. Seguramente visitar esta maravilla fue una bonita manera de terminar nuestro viaje en China, a pesar de que nos quedaban aún un par de días, para nosotros este paseo fue para cerrar con broche de oro nuestro viaje en este estupendo país.
Un consejo: Si toman guía para visitar la Gran Muralla eviten a toda cosa los viajes organizados en autobús, supe por varias personas que es una total pérdida de tiempo ya que primero te dejan muy poco tiempo para visitar la muralla y segundo, te llevan a pasar varias horas a mercados y tiendas de té donde el comprar -como ya sabemos- es casi obligatorio (en el sentido que viendo, pues se te antoja de todo). Nosotros contratamos un taxista afuera de nuestro hotel que por aprox. 50€ nos llevó a Mutianyu, nos esperó más de tres horas y luego nos trajo de regreso a Beijing donde nos dejó en el mercado de las perlas ya que nosotros le habíamos pedido nos llevara ahí; aunque debo mencionar que trató a toda costa (y nos llevó!) a una casa de té donde se estacionó y nos indicó (con señas y un inglés mocho) que entraramos “solo a ver”, obviamente nos negamos rotundamente y no le quedó más remedio que llevarnos a donde nosotros le habíamos pedido.
Qué comer en Beijing
No pudimos menos que disfrutar de una de las ciudades más pobladas del mundo y también una de las más antiguas. Visitar Beijing me dejó con muchas ganas de regresar a China y disfrutamos lo más que pudimos sintiéndonos siempre seguros por sus calles y viendo la gastronomía más “loca” que hemos visto jamás.
¿Te parece que comer perro es lo último que harías? Espera a que te ofrezcan escorpiones, tarántulas, culebras, gusanos, caballitos de mar, cienpiés y muchas otras “delicias” -como diferentes tipos de insectos impronunciables- que encuentras en los mercados nocturnos. Aclarando, nuestros estómagos no dan para tanto y nos tuvimos que conformar con probar el tan famoso pato laqueado a la pekinesa que es verdaderamente una delicia.