Arlés, Francia
La Provenza es una región especial, muy bella y romántica, indudablemente la parte que a mi me gustó más es aquella cerca de la Camarque y hoy les hablaré de esta zona, para ser preciso de Arlés, una ciudad para visitar que seguramente a ustedes también les gustará mucho y no olvidarán.
Arlés fue fundada de los romanos sobre la orilla del río Ródano y tiene un pasado glorioso: Fue uno de los centros religiosos más importantes del occidente romano y una de las capitales del Imperio en la época de Constantino. La ciudad conserva todavía el encanto que hizo enamorarse de ella a artistas famosos, el primero de todos Vincent Van Gogh; las placitas con sus monumentos blancos que brillan con el sol y el romántico y largo río fueron inmortalizados por el gran pintor holandés que vivió aquí uno de sus períodos más inquietos (peleas con su gran amigo Gauguin y el famoso corte de oreja), pero muy prolífico desde el punto de vista artístico.
Sus bellezas históricas como: El Anfiteatro, el Teatro Antiguo y los Baños Termales de Constantino son hoy en día Patrimonio de la Humanidad junto con la Catedral de Saint Trophime y otros monumentos medievales. Desde 1981 Arlés se enorgullece por ello del título de ville d’art et d’histoire (ciudad de arte y de historia).
La ciudad nos recibe con un sol espléndido, dejamos el carro en uno de sus estacionamientos gratuitos apenas fuera de la muralla y nos dirigimos al centro caminando. En pocos minutos llegamos al corazón palpitante de Arlés, el mismo que roba el alma a millones de turistas y grandes artistas, estoy hablando de las ruinas romanas: El Anfiteatro.
El Anfiteatro
Fue construído alrededor del año 80 d.C. y es conocido como les Arènes, sus dimensiones son de muy poco superiores a la Arena de Nimes (136×107 m), esto lo hace una de las arenas romanas más importantes que existen y por supuesto está agregado a la lista de los Patrimonios mundiales de la Humanidad. El anfiteatro está perfectamente conservado y “funcionan”, en su interno aún al día de hoy se realizan conciertos, óperas líricas y teatrales, proyecciones cinematográficas, etc. En la antigüedad podía alojar hasta 21,000 personas.
En su larga vida la arena ha tenido algunas transformaciones, durante la Edad Media se convirtió en una verdadera y propia ciudadela militar y se realizaron incluso cuatro torres para aumentar la defensa. En 1753 el Concejo de la Ciudad prohibió la reconstrucción de las casas que se habían construido al interno de la arena pero no fue sino hasta el 1822 que dichas casas fueron destruidas.
Alrededor de la arena podemos admirar pequeños edificios en colores pastel y negocios de souvenirs aquí y allá, los bistrot agregan ese toque francés romántico e inolvidable.
El centro y el Circo romano
Pero Arlés no es solo la Arena, basta continuar por pocos pasos para encontrar también las ruinas del Circo Romano, en nuestro paseo el sol de mayo continuaba a acompañarnos haciendo que todo luciera incluso más bonito.
Edificado en el 149 d.C. durante el reino de Antonino Pio, el circo forma parte también del Patrimonio de la Humanidad. La parte central fue reconstruida en el siglo IV y en esa ocasión agregaron también el obelisco que la adorna, en el siglo V el circo brindaba aún actividad y se hacían carreras romanas de caballos; en el siglo VI se comenzó a usar su material (piedra, mármol) para crear nuevas fortalezas y entonces cayó en el olvido, hasta el siglo XVIII cuando se descubre nuevamente. En los siguientes siglos se hicieron mas excavaciones que finalmente lo trajeron nuevamente a la luz. Era tan grande que en su cávea podían entrar 20,000 personas.
Basílica paleocristiana
Cerca de la Arena y del Teatro Romano se encuentra también la Basílica Paleocristiana. Los restos contienen una vasta ábside, polígonale al externo y a planta semicircular al interno, que encierra un deambulatorio pavimentado con mosaicos de colores alrededor de una ábside más pequeña.
Pasando las ruinas romanas nos internamos más al centro, el mismo que nos hizo conocer Van Gogh y otros intelectuales que amaron esta ciudad en diferentes épocas.
Plaza de la República
En la Edad Media se trataba de un ensanchamiento entre la iglesia de Saint-Trophime y la de Santa Ana. En la iglesia se instaló desde el 1825 el primer museo arqueológico (Museo de Arte Pagana). En 1676 se terminó de construir el Palacio del Municipio que englobaba la antigua Torre del Reloj (1558). En esa ocasión se creo entonces la propia y verdadera plaza con la destrucción de varias cuadras a la redonda. Las fachadas de los edificios que hoy la rodean pertenecen a diferentes épocas: Desde la Iglesia de Santa Ana, reconstruida en 1672 hasta el Palacio de Correos, hoy sede de diferentes servicios públicos y asociaciones que cerraron la plaza en 1898.
El obelisco enfrente del Municipio fue puesto en el siglo IV sobre la espina del circo romano. Se trata de una realización romana esculpida en piedra originaria de Turquía. Fue descubierto en 1389, roto en dos pedazos y en el siglo XIX se le agregó la fuente a sus pies. El amor de los residentes por su ciudad es bien visible, calles limpias y monumentos bien conservados nos dice mucho sobre ello.
Una de las cosas más recomendadas de hacer en Arlés es la de seguir las huellas dejadas por el pintor holandés Vincent Van Gogh, aquí el pintor vivió por poco más de un año, siendo el período más prolífico de su carrera. En Arlés, Van Gogh realizó nada menos que doscientas pinturas y un centenar de otras obras, entre ellas acuarelas y dibujos como: La silla de Vincent, la recámara de Vincent en Arlés, el Café de noche, Terraza del café por la noche, Noche estrellada y la célebre serie de Girasoles que tanto conocemos.
Entre las callejuelas del centro podemos recorrer el circuito Van Gogh con sus losas de piedra que señalan el punto exacto donde el pintor apoyaba el caballete. Como si de una caza al tesoro se tratara, Maricruz y yo nos sumergimos en la búsqueda del famoso café inmortalizado del artista, el cual todavía existe y se encuentra al Place Du Forum, también existe el punto exacto desde donde veía su Noche Estrellada sobre el Ródano. Nos sentamos luego en un bistrot a imaginar como Vincent trataba de vivir una vida normal combatiendo con sus demonios internos y como todo ello se refleja en su obra. Van Gogh, aquí en Arlés (como sería después en Saint Remy de Provance) fue internado en un hospital psiquiátrico a causa del corte en la oreja.
Pero Arlés no es solo Van Gogh, es un conjunto de emociones que te rodean y te hacen sentir especial en un lugar especial como lo es la Provenza.
Llega la hora del almuerzo y nosotros seguimos perdidos en las callejuelas del centro histórico, los bistrot han puesto ya sus mesitas fuera y algunos turistas ya están desgastando las delicias locales. La cocina del lugar refleja todo el territorio circundante: Las Camergue. Los platillos típicos como las salchichas preparadas con lardo, la carne de cerdo y ternera condimentadas con hierbas, especias y vino tinto, el Fumeton (pierna de cordero ahumado con hierbas) y el arroz de Camargue son solo una muestra de ello.
Entre los muchos locales para comer, decidimos de probar los bocadillos de una pequeña tienda que vemos frecuentada de locales, nos llevamos una grata sorpresa ya que estaban riquísimos. El aceite de oliva excelente de esa región se nota en cada platillo, incluso en los más simples como un bocadillo.
Luego del almuerzo continuamos con nuestro paseo por cerca una hora, después nos dirigimos hacia el carro porque aún hay mucho por ver en esta zona llena de arte e historia. Arlés es una ciudad muy bella y tranquila, no es de sorprenderse que fue precisamente en este lugar que Van Gogh encontró un poco de paz para su alma atormentada, inspirándose para sus obras y dejándonos un maravilloso legado.